Tras el exitoso desalojo de los comerciantes que habían invadido el terreno del Mercado Mayorista de Santa Anita, el alcalde Castañeda Lossio sacó la cabeza de las profundidades en donde la escondió. Salió a hablar de lo que se haría con el terreno ahora desocupado, entre otras perlas más.
Sin embargo, durante todo el tiempo que duró esta “telenovela”, tal como calificara el presidente Alan García a esta historia, Castañeda guardó silencio. Prefirió no hacer declaraciones, quizás más pensando en no quemarse políticamente. Le dejó la papa caliente al ministro Alva Castro, quien tenía todas las de perder. Sin embargo, éste último se ha llevado los “jamones” de esta acción de la Policía.
¿Qué hubiera pasado si el operativo era un fracaso, con muertes de por medio? El costo político iba a ser asumido por LAC, con segura interpelación y hasta posible censura de parte del Congreso, cuya oposición quiere sacudirse de las denuncias de corrupción de sus parlamentarios, y de su incapacidad para lograr "cortar" cabezas en el Ejecutivo, como pasó con Jorge Del Castillo y Hernán Garrido-Lecca, quienes siguen sonrientes en sus puestos de ministros. A Castañeda no le iba a pasar absolutamente nada.
Por eso, Castañeda prefirió ponerse a buen recaudo como siempre. Y no es que esté mal, al menos para él: le ha servido. En la campaña electoral municipal del año pasado, prefirió hacerse el “muertito”, ante el desgañitamiento inútil de sus adversarios, y fue fácilmente reelegido alcalde. Aunque no con el porcentaje que mostraban las encuestas, y con cuestionamientos serios sobre su gestión, en cuanto a seguridad ciudadana y su participación en los concejos municipales, en los cuales no tiene costumbre de participar.
También le ha servido para la aprobación que tiene entre la población. Su poca exhibición ante los medios de comunicación (contraparte de Alan García) ha logrado que se distancie de episodios que pueden marcarlo políticamente. Sólo aparece cuando hay inauguraciones o eventos públicos importantes. En problemas no se mete.
Esto le está dando réditos políticos, pero no todo es duradero. Llegará un momento en que se necesitará de un liderazgo en el cual el alcalde tenga que ser más protagónico, y ahí no podrá esconder la cabeza cual avestruz. Su antecesor, Alberto Andrade, encaró decididamente el desalojo de los vendedores ambulantes del centro de Lima (con éxito), y se enfrentó al problema del transporte urbano, cosa que no ha hecho el actual burgomaestre.
No se trata de que se convierta en un Alan García, quien tiene una obsesión por el figurettismo ante las cámaras fotográficas y de TV. Se trata de que asuma su rol de manera directa, y que no nombre voceros como ha hecho hasta ahora. Que encabece una lucha más decidida contra la inseguridad ciudadana y la mafia del transporte público, que mantiene en condiciones infrahumanas a los pasajeros en toda la capital.
PD: Señor Castañeda, no sea insensible ante los desalojados de Santa Anita. Es cierto que el terreno no era de su propiedad, y que debían salir de allí, pero fueron engañados. Debería usted encargarse de formular ideas, junto con el gobierno central, para apoyar a esta gente que se queda sin sustento para sus familias. Tampoco saque el cuerpo aquí.
Sin embargo, durante todo el tiempo que duró esta “telenovela”, tal como calificara el presidente Alan García a esta historia, Castañeda guardó silencio. Prefirió no hacer declaraciones, quizás más pensando en no quemarse políticamente. Le dejó la papa caliente al ministro Alva Castro, quien tenía todas las de perder. Sin embargo, éste último se ha llevado los “jamones” de esta acción de la Policía.
¿Qué hubiera pasado si el operativo era un fracaso, con muertes de por medio? El costo político iba a ser asumido por LAC, con segura interpelación y hasta posible censura de parte del Congreso, cuya oposición quiere sacudirse de las denuncias de corrupción de sus parlamentarios, y de su incapacidad para lograr "cortar" cabezas en el Ejecutivo, como pasó con Jorge Del Castillo y Hernán Garrido-Lecca, quienes siguen sonrientes en sus puestos de ministros. A Castañeda no le iba a pasar absolutamente nada.
Por eso, Castañeda prefirió ponerse a buen recaudo como siempre. Y no es que esté mal, al menos para él: le ha servido. En la campaña electoral municipal del año pasado, prefirió hacerse el “muertito”, ante el desgañitamiento inútil de sus adversarios, y fue fácilmente reelegido alcalde. Aunque no con el porcentaje que mostraban las encuestas, y con cuestionamientos serios sobre su gestión, en cuanto a seguridad ciudadana y su participación en los concejos municipales, en los cuales no tiene costumbre de participar.
También le ha servido para la aprobación que tiene entre la población. Su poca exhibición ante los medios de comunicación (contraparte de Alan García) ha logrado que se distancie de episodios que pueden marcarlo políticamente. Sólo aparece cuando hay inauguraciones o eventos públicos importantes. En problemas no se mete.
Esto le está dando réditos políticos, pero no todo es duradero. Llegará un momento en que se necesitará de un liderazgo en el cual el alcalde tenga que ser más protagónico, y ahí no podrá esconder la cabeza cual avestruz. Su antecesor, Alberto Andrade, encaró decididamente el desalojo de los vendedores ambulantes del centro de Lima (con éxito), y se enfrentó al problema del transporte urbano, cosa que no ha hecho el actual burgomaestre.
No se trata de que se convierta en un Alan García, quien tiene una obsesión por el figurettismo ante las cámaras fotográficas y de TV. Se trata de que asuma su rol de manera directa, y que no nombre voceros como ha hecho hasta ahora. Que encabece una lucha más decidida contra la inseguridad ciudadana y la mafia del transporte público, que mantiene en condiciones infrahumanas a los pasajeros en toda la capital.
PD: Señor Castañeda, no sea insensible ante los desalojados de Santa Anita. Es cierto que el terreno no era de su propiedad, y que debían salir de allí, pero fueron engañados. Debería usted encargarse de formular ideas, junto con el gobierno central, para apoyar a esta gente que se queda sin sustento para sus familias. Tampoco saque el cuerpo aquí.
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