martes, 30 de junio de 2009

¿Y aquí por qué no renuncian los políticos?

El ex presidente argentino Néstor Kirchner acaba de renunciar a la jefatura del Partido Justicialista (PJ), debido a la derrota sufrida por su agrupación política en las elecciones parlamentarias efectuadas el domingo pasado, la cual acarrea que ya no tengan mayoría absoluta en el Congreso.

Esta es una muestra de desprendimiento del líder peronista, más allá de los odios y amores que pueda generar entre los argentinos. Con esta decisión, se personifica como el responsable de la derrota electoral del PJ en las legislativas, y ante eso cede su lugar a otros líderes del peronismo, como Daniel Scioli, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires. Deja atrás el caudillismo y respeta la institucionalidad.

Este ejemplo debiera ser aprendido por los políticos en el Perú, quienes pese a los desastrosos resultados de sus gestiones, persisten en mantenerse en sus puestos de poder.

El primer caso es el de Yehude Simon. Más allá de su probada honestidad y su excelente desempeño como presidente del Gobierno Regional de Lambayeque, lamentablemente no ha podido reeditar esa misma performance al frente de la presidencia del Consejo de Ministros. El “Baguazo” debió ser la oportunidad para renunciar y dejar al gobierno en una situación incómoda. Sin embargo, prefirió quedarse en el cargo. Pese a sus últimas y positivas intervenciones (puso fin al conflicto en Bagua con su propuesta de derogación de los decretos de la “Ley de la Selva”, y solucionó otros en Andahuaylas), lo mejor hubiera sido irse y no esperar la censura del Congreso, la cual no se ha dado, debido a la incongruencia y torpeza de la oposición.

Otro es el de Mercedes Cabanillas, la ministra del Interior, quien ha demostrado una total incompetencia para ejercer el puesto. El “Baguazo” es la prueba más clara de ello. Pero la actitud de la lideresa aprista ha sido la de esconder la cabeza y responsabilizar a otros por algo de lo cual ella tenía la primera y última palabra. Además de algunas conductas irascibles ante la prensa que cuestiona su accionar.

No debemos olvidar otros casos, como el de Ántero Flores Aráoz, titular de Defensa, quien pese al desastre ocurrido en el VRAE hace unos meses, sigue cómodo en su sillón. Y ni qué decir de Luis Alva Castro, antecesor de Cabanillas en Interior, quien tampoco renunció en su momento.

Y la oposición no se queda atrás. Lourdes Flores ha perdido dos elecciones y sigue siendo la lideresa de Unidad Nacional. Alan García dejará la presidencia, y seguirá siendo el líder indiscutido del APRA. Y ni qué decir de Ollanta Humala y el Partido Nacionalista. Lo mismo con los eternos dirigentes de los sindicatos, que parecen haberse quedado en los años 80 y los recuerdos de la Izquierda fuerte de aquella época, y no quieren mirar que ahora casi no existe. Pese a sus fracasos, continúan como si nada hubiera pasado.

En el Perú, a los políticos les falta esa grandeza para el desprendimiento. La que tuvo el general Charles de Gaulle en 1969, quien ante la crisis política en la Francia de aquellos años, decidió someter a consulta popular unas reformas a la Constitución, poniendo como condición que si eran rechazadas, él renunciaba a la presidencia de su país. Tras la derrota, el líder político francés declinó en su puesto y se retiró de la política.

Estos ejemplos, cercanos o lejanos, debieran aprender nuestros políticos.

viernes, 12 de junio de 2009

Gobierno arrogante y brutal

Los sucesos del pasado 5 de junio en Bagua, y las reacciones posteriores del régimen de Alan García han demostrado que no existe capacidad de enmienda. Por el contrario, se percibe un endurecimiento del gobierno basado en la soberbia y la mentira.

En primer lugar, fue el gobierno (y no los indígenas amazónicos) el que dio la orden para ejecutar las acciones contra los manifestantes en la carretera de Bagua. Así lo ha manifestado la propia ministra del Interior, Mercedes Cabanillas, en entrevista al diario La República, donde indicó que el comando policial fue quien decidió la intervención.

Vale decir, fue el régimen de García el que propició la violencia, en paralelo al diálogo con las comunidades amazónicas. No fueron estas las que la iniciaron; sólo se defendieron.

Otra muestra de soberbia es la permanencia de Cabanillas en Interior y del propio presidente del Consejo de Ministros, Yehude Simon. Cabanillas era responsable política de los sucesos de Bagua, y le correspondía dejar su cargo. Y en una extraña decisión, Simon ha decidido seguir al frente de un gabinete que cada día se desgasta más.

Un párrafo aparte para Simon, quien tuvo la oportunidad de dejar al gobierno mal parado con una renuncia de principios, tal como lo hizo la ex ministra de la Mujer, Carmen Vildoso. Era su oportunidad para pasar al primer plano de la prematura competencia política con miras a las elecciones presidenciales del 2011. Pero parece ser que en el Perú, quien llega a un puesto de poder se obnubila.

La tercera muestra de arrogancia está en la actitud del presidente García, quien les negó a los nativos amazónicos su condición de ciudadanos. Más allá de una capacidad de enmienda, García Pérez ha preferido endurecer su discurso antes que dialogar y llamar a la paz social.

La cuarta es la del Congreso, que en esa nociva alianza que ha tendido el APRA con el derechismo de Unidad Nacional y el autoritarismo fujimorista (que amenaza volver a instalarse en el poder), han preferido hacer un triquiñuela, suspendiendo los polémicos decretos legislativos por los cuales comenzaron los paros en la amazonía, pero sin derogarlos. Antes, durante 10 meses, han estado “paseando” a las comunidades amazónicas, pensando que las iban a aburrir, pero sólo muestra la ignorancia de estos acerca de la fortaleza y resistencia de los indígenas amazónicos.

Y la última, es la cobardía utilizada por los mandos policiales (quienes, claro está, sólo obedecen órdenes superiores), al arrojar bombas lacrimógenas desde las azoteas de la Avenida Abancay, a los más de 10 mil manifestantes que pretendían llegar al Congreso en protesta por los tristes sucesos en Bagua. Esto dejó un herido (ver la foto).

No hay nada que hacer que el Gobierno se muestra cada día más intolerante, soberbio y brutal. Esto constituye una amenaza, no sólo para calmar la convulsión social que vive nuestro país, sino para la propia democracia.

Quienes creen en ella, deben unirse en un solo frente para defenderla.