miércoles, 27 de julio de 2011

La cultura del borrego

Los borregos, al igual que las ovejas, siguen sin chistar las órdenes del pastor que las cuida. Comen los pastos de los lugares a donde son llevados, y toman solamente el agua que les sirve su dueño. Así transcurre toda su vida, y hasta su muerte, puesto que hasta en el ocaso de la existencia son llevados a ser sacrificados, y no protestan ante su instante final.
En síntesis, el borrego es aquel que simplemente hace lo que le dice quien manda. Una analogía parecida es la que vivimos los limeños, más que los mal llamados provincianos, porque Lima es una provincia también. Por si no lo sabían. La gente del interior es más crítica, y no se come los cuentos, a pesar de no tener edificios cancerosos y grandes avenidas, que mucha gente limeña cree que es sinónimo de progreso.
En cambio, esta sociedad limeña no sabe pensar por sí misma. Es borrega. Empezando desde los gustos musicales. Aquí, en Lima, la gente no sabe escuchar música. Simplemente escucha lo que le ponen. En un tiempo fue la famosa salsa sensual, esa que no le llega a los talones de los bravos como Héctor Lavoe o Rubén Blades. Luego el techno, la technocumbia, el reggaetón, la cumbia otra vez, y seguimos contando. Viene algún artista de todos esos ritmos, promovido por ciertos empresarios, y todos van como monos. Igual es con la moda Justin Bieber y paramos de contar. Y ni siquiera es necesario traerlos: tenemos fábrica de música mediocre. Marisol y el Grupo 5 son buenos ejemplos de ello.
Igual es en la política y la economía. Nos dice el discurso oficial que todo va bien, que no hay que cambiar nada. Que hacerlo significaría un salto al vacío. Que las señales de tranquilidad significan inmovilismo. Que hay que tranquilizar a los mercados. Que no hay que ponerles impuestos a las sobreganancias porque ahuyentan las inversiones, y no habrá trabajo. Que no podemos aumentar el salario mínimo, ni pagar pensiones justas a los jubilados, porque desequilibramos la caja fiscal. Que no importa si robó, asesinó, y abusó del poder; igual le hizo bien al país. Que el que reclama por los derechos de los indígenas es un caviar. Que estos son ignorantes, los del interior son brutos y han cagado al país con sus votos. Que Velasco fue una mierda, como si Odría y Fujimori no lo hubieran sido. Que PPK es el mejor porque sí. Que el SUTEP es el único causante de la pobreza de la educación. Que Susana no hace nada, y hay que vacarla. Que estamos bien porque tenemos celular, blackberry, tarjeta de crédito y así consumir y consumir. Y así otras cojudeces más.

Además, nos dejamos que nos impongan celebraciones absurdas. Días del Cebiche, de la Comida Peruana, del Pollo a la Brasa, del Charqui, o cualquier otra tontería, y como borreguitos corremos a celebrar. Es que el Perú está de moda, pues.

Los limeños cantamos, bailamos y hacemos las cosas al ritmo de la música que nos ponen. No pensamos, simplemente repetimos. No reflexionamos las cosas, creemos fielmente en los discursos oficiales. No los cuestionamos, no nos ponemos a pensar en lo básico al menos, si está bien o está mal.
No podemos pedir mucho, si leemos periódicos de cincuenta céntimos que destacan como portada un capítulo de Al Fondo Hay Sitio, o si vemos programas de televisión tan estúpidos como Amor, amor, amor. Si invitamos a Corbacho a inaugurar la Feria del Libro de Lima teniendo al Nobel Vargas Llosa. Así estamos.
En estos cinco años, parece haberse intensificado más la estupidez. Mañana asume Ollanta Humala, y obviamente aquí estaremos listos para destacar sus buenas decisiones y ser jueces severos en caso no cumpla o no aclare ciertas cosas, como el viaje de su hermanísimo Alexis. Brevemente, hay que decir que fue una gran metida de pata guardar silencio tanto tiempo. Pero lo que debe hacer es promover, básicamente, la educación y la cultura. El nombramiento de Patricia Salas, y sobretodo el de Susana Baca, respectivamente, nos llena de expectativas positivas.
¿Y en cuanto a la cultura borrega en Lima? El gobierno no está obligado necesariamente a hacer algo al respecto, pero podría aportar. Ojalá lo haga. Sin embargo, la responsabilidad está en aquel sector de la sociedad capitalina que, aunque parece ser minoría, no se ha contagiado de estas taras mentales. Y que debe promover formación cultural y política, sobretodo, para constituir una verdadera sociedad civil organizada, con conciencia crítica, de todas las posiciones ideológicas. Para que no sigamos siendo borregos.