Voceros del gobierno han salido a resaltar el rescate de casi mil 500 turistas en un solo día, luego de varios días de haber estado varados como consecuencia de las lluvias e inundaciones en el Cusco. El presidente Alan García ha dicho que no hay que caer en alarmismos (¿?) luego del desastre ocurrido en la ciudad imperial.
No está mal que se rescate a los turistas. Son vidas humanas, gente que debe haber vivido la terrible experiencia de estar a la deriva tan lejos de su país. Es lógico que algunos hayan reclamado con mucha energía, e incluso, irracionalidad; pues la situación ha sido realmente fea.
Sin embargo, esto ya está perjudicando al turismo, que debiera ser una de las industrias fundamentales que ayude al desarrollo de nuestro país. Los políticos parecen creer que nos basta con lo que crearon nuestros antepasados, y que sólo eso atraerá a los visitantes del exterior. También se necesita seguridad y tranquilidad.
También creen nuestros políticos (y nuestras políticas como Lourdes Flores y Mercedes Aráoz) que sólo las inversiones salvarán al Perú, parafraseando aquella famosa frase aprista de la época de las catacumbas. Pero sin ese tipo de seguridades, también se esfumarán. Y allí los culpables no serán ni Humala, ni la CGTP y compañía.
Pero no sólo importan lo que nos dejen como recursos los turistas y los inversionistas, que igual se irán espantados del país si se siguen dando estas fallas en cuanto a previsión se refiere.
También importa la gente que vive en los alrededores de la ciudad imperial.
Desde siempre, el Cusco ha sido uno de los principales (sino el único) puntos turísticos del país. La ciudad está organizada de tal manera que todo está a la disposición del turista (lo cual no es malo), pero a la vez descuida y se desentiende de mucha gente que vive en los alrededores, en condiciones de pobreza, e incluso, indigencia. Ningún beneficio del turismo llega hacia ellos.
Y ahora muchos de esos mismos pobladores han quedado damnificados con las lluvias e inundaciones. Estos necesitan del inmediato apoyo del gobierno central y del regional, pues muchos han perdido lo poco que poseían. Ellos también importan, también son personas igual que los turistas.
Pero eso no parece importarles a las autoridades. Como dice García Pérez, no hay que caer en alarmismos.
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