miércoles, 28 de marzo de 2007

La Honestidad Brutal de Chiquitín

En su intervención ante el Congreso el jueves pasado, el ministro de Agricultura, Juan José Salazar, dijo una gran verdad que les dolió a muchos. “La política antidrogas es un fracaso”.

Más allá de la decisión de suspender las erradicaciones de los cultivos de coca, esta frase golpea a todos los involucrados en el tema, tanto el gobierno, las organizaciones interesadas en el tema, así como a los analistas políticos de la derecha que han manifestado su opinión al respecto. El popular “Chiquitín” no se “achicó” ante lo poderoso que pueda ser el aparato antidrogas, y se atrevió a decir lo que dijo.. Es que esa es la verdad. A pesar de todos los millones que se invierten para disminuir el narcotráfico, este se mantiene fuerte y sólido, y sigue dominando en ciertas zonas del Perú, Colombia y México.

¿Por qué es un fracaso? La DEA, principal organismo antidrogas estatal de los Estados Unidos, así como el gobierno de este país, invierten millones de dólares en la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, paradójicamente, en este país se consume la mayor cantidad de droga del mundo, la que llega a pesar de contar con el servicio secreto más sofisticado del mundo, como es la Central Intelligence Agency (CIA). ¿Cómo ocurre esto? O la CIA ya no funciona, y deja pasar esto por deficiencias en su sistema; o es una hipocresía tremenda de los Estados Unidos, que utiliza el tema antidrogas sólo para tener cierto dominio e influencia en una región tan convulsionada en América Latina como lo es la Andina.

Otra organización que queda mal parada es Devida, que promueve la erradicación de la hoja de coca, pues sostiene que es droga. Aquí también se invierte mucho dinero. Sin embargo, pese a sus “esfuerzos”, tampoco ha logrado que los campesinos cocaleros cedan en el comercio que hacen. Tampoco la Empresa Nacional de la Coca (Enaco), que compra cierta cantidad de hojas de coca, ha servido de mucho. Por ser Devida y Enaco parte del Estado, aquí también pierde la política del país, que se adecua en gran parte a lo que dictan los Estados Unidos.

Además del Perú y los Estados Unidos, con sus organismos antidrogas, están algunas Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que trabajan la lucha contra el consumo de estupefacientes, y que por hacer este trabajo, reciben también mucho dinero de la cooperación internacional. Por eso, si se reconoce ampliamente que la política antidrogas ha fracasado, todos estos organismos también. Se la agarran con un sector (los cocaleros) que solo representan el 5 por ciento de todos los agricultores, cifra que diera Pedro Pablo Kuczynski.

Todos estos promueven la idea de que la hoja de coca es droga. Esto no es así. La hoja de coca es una planta que contiene ciertos elementos que dan energía y ayudan a resistir los efectos de la altura a aquellos que la consumen, sea por infusiones o los campesinos que la mastican. Y ninguno que haya consumido en diversas modalidades la coca, tiene efectos de haber quedado drogado. Los narcotraficantes utilizan la hoja de coca como UN ingrediente, no como EL ingrediente.

Por eso, es una gran mentira que nos quieren vender, y todo por seguir acumulando millones ellos, sin ayudar al campesinado que quiere mantenerse como cocalero porque le da más ingresos. ¿Por qué un campesino se ve obligado a entrar al negocio de la coca? Porque si vende papa, camote o yuca, los famosos “intermediarios” compran sus productos a precios risibles, ínfimos. Y luego vienen a Lima y los venden sobrevalorados. Por eso, se dedican a vender la coca, porque tienen compradores seguros. Aunque estos tengan fines ilícitos.

Para que esto no continúe, el Estado debe intervenir, una vez más (aunque les duela a los neoliberales). Debe subsidiar la agricultura, y dar facilidades a los productores de la papa, el camote, el arroz, etc., para que sus productos les sean rentables, y no tengan que dejarlos para dedicarse a ser cocaleros. De paso, se hacen competitivos con otros países, ya hasta les pueden ganar, porque el Perú es muy rico y variado en producción agrícola. Esto debe tener en cuenta el ministro Salazar, además de decir verdades. Aunque su honestidad brutal es aplaudible. De paso, hay que dejar la persecución a los cocaleros, y sentarse a conversar.

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