jueves, 3 de setiembre de 2009

Evo en su laberinto

Desde que el señor presidente de la República de Bolivia, Juan Evo Morales Ayma, asumió la primera magistratura de su país en enero del 2006, la relaciones diplomáticas con el Perú se han enturbiado increíblemente. Esto debido a que ambos países han tenido, históricamente, una relación que siempre se caracterizó por la cordialidad y la hermandad, además de las culturas que nos unen.

Como los anteriores presidentes de Bolivia desde 1879, Evo Morales ha asumido la bandera de la recuperación de la soberanía marítima de su nación, la cual perdió ese año a manos de Chile, en la antesala de la Guerra del Pacífico. Sin embargo, la estrategia que ha empleado para lograr este objetivo (negado hasta ahora), ha sido distinta.

En primer lugar, el gobierno de Morales ha asumido una posición de izquierda muy cercana a Hugo Chávez, asumiendo una política de nacionalización de recursos naturales, la promoción de una nueva Constitución, entre otros temas. En cambio, el Perú, bajo el régimen de Alan García, ha preferido profundizar el modelo económico neoliberal, con la promoción de TLC’s y dando todas las libertades a la inversión privada, sin importar costos sociales.

Ambos modelos están opuestos, evidentemente. En otras circunstancias, quizás se hubieran superado estas diferencias, y buscado la integración en medio de las mismas. No obstante, Morales ha profundizado estas diferencias con un discurso confrontacional en todo momento. Y el gobierno peruano también ha contribuido en el mismo sentido.

La segunda cuestión es que Evo Morales está convencido de que el gobierno chileno, después de más de un siglo, por fin concederá el mar a Bolivia. Y ha creído el argumento de que la reclamación peruana ante La Haya por los límites marítimos con Chile perjudica esos intereses.

Y ese es el argumento que ha repetido Morales en estos últimos tiempos, generando malestar (obviamente) en el gobierno peruano y en buena parte de nuestra opinión pública en nuestro país, la cual pese a estar en desacuerdo con la forma como se viene conduciendo el régimen de García Pérez, apoya al gobierno en cuanto al diferendo en La Haya.

No contento con esto, Morales ha acudido a otras estrategias. Esta vez de tipo cultural. La primera fueron las amenazas del ministro de Cultura boliviano debido a que nuestra Miss Perú, Karen Schwarz, se lució en un traje típico del baile de la diablada. El reclamo era que la diablada era boliviana, y que lo hecho por Schwarz era una usurpación. Al final, esto no pasó, pues se confirmó que la diablada es parte de la cultura Aymara, común en las fronteras de Perú, Bolivia, e incluso Chile.

Luego lo del Ekeko, que es historia reciente y conocida. Y otra vez vino la aclaración de parte del Perú, y la directora del Instituto Nacional de Cultura, Cecilia Bákula, en el mismo sentido.

La posición de Morales respecto al Perú, que llega a extremos realmente irrisorios, es realmente equivocada. No sólo por los lazos históricos y culturales que nos unen, sino porque la realidad es que Chile nunca devolverá el mar a Bolivia. Lo mejor es que apueste por la zona franca que Perú le concedió hace años por el puerto de Ilo.

A menos que esté recibiendo directivas de Caracas.

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