Perú empató como local ante Brasil. Repite el mismo resultado de 1957 y 2003, por las Eliminatorias. De esta manera, completa una racha de 50 años sin poder derrotarlo por el pre-Mundial.
La prensa deportiva ha alabado el empate. La mayoría de los medios impresos ha destacado las ganas que le puso el equipo nacional. Esto es cierto: se vio una actitud diferente en la selección, muy distinta y mejor que la de los dos partidos anteriores ante Paraguay y Chile. Los jugadores de la selección metieron la pierna fuerte sin importarles la presencia de monstruos del fútbol como Ronaldinho y Kaká.
Sin embargo, no pudieron ganar. Pero esto no se dio por falta de capacidad del equipo. Las ganas que pusieron (aunque sin fútbol) habrían bastado para lograrlo; no importa que hayan mostrado poco fútbol. A ello hay que agregarle que Brasil jugó a media máquina, y demostró una excesiva dependencia de Kaká. Lo que pasó es que hubo falta de clase para hacerlo; esta clase la debieron demostrar los delanteros de la selección.
Lamentablemente, Guerrero debió salir por lesión apenas terminó el primer tiempo. Pese a todo, nadie discute su entrega. Pizarro ya demostró que no es para la selección peruana. Nunca lo fue. Sólo fue un producto a lo Beckham “made in Perú” que demostró tener buena pinta y una gran capacidad para colocarse en el fútbol alemán, que después de todo, no es la liga más competitiva de Europa. Farfán se está convirtiendo en un nuevo Pizarro: sus últimas actuaciones están muy lejos de sus comienzos con la blanquirroja.
Aquí se rompe el mito que señala que Perú tiene un “ataque poderoso”, pero una defensa floja. Los de atrás fueron los mejores. Salas se jugó el mejor partido de su vida, con él olvidémonos del boxeador Galliquio. Acasiete demostró que está en un nivel superlativo, y se aseguró en el puesto por varios años salvo pase algo. Rodríguez anduvo regular, y Vargas es conmovedor con sus corridas por la banda izquierda. Su gol (aunque con cierta ayuda del brasilero Lucio) es prueba del pundonor del jugador del Catania italiano. El puesto es suyo, que el medroso de Walter Vílchez se quede en México.
El mediocampo mejoró. Carlos Lobatón lo hizo en gran nivel, pese a jugar como volante de marca. Jayo aportó su experiencia, pese a no correr como antes. Solano hizo lo que pudo, si bien es cierto fue regular, su presencia siempre intimida al rival. La reaparición del Chorri Palacios fue una buena noticia, no solo por el hecho mismo, sino que contagió a sus compañeros con entusiasmo para pelear cada balón.
Los que ingresaron tampoco desentonaron. De la Haza no lució mucho, pero aportó marca cuando se le necesitó. Increíblemente, Andrés Mendoza, pese al poco tiempo en que estuvo en el verde y a la resistencia que tiene en muchos aficionados, demostró estar mucho mejor que Pizarro y Farfán. Si estos dos últimos tuvieran el nivel de los delanteros paraguayos (Cabañas, Santa Cruz y Haedo Valdez), al menos se hubiera ganado por la mínima diferencia. Este es el determinante para el resultado de ayer. Pero pese a esto, Perú tuvo para ganarle a Brasil con todo y sus estrellas y millones.
Ahora hay que ganarle a Ecuador. No importa Quito y su altura. Si queremos estar en el mundial, hay que ganar todo desde ahora. Hay que aprovechar el pésimo momento de los norteños, quienes parecen haber vuelto a aquellas épocas en que aprendían a jugar al fútbol. Así como ellos lo hicieron con nosotros en los últimos diez años. Esta es la oportunidad para cobrar revancha. Además que el resultado ante Brasil obliga a eso.
La prensa deportiva ha alabado el empate. La mayoría de los medios impresos ha destacado las ganas que le puso el equipo nacional. Esto es cierto: se vio una actitud diferente en la selección, muy distinta y mejor que la de los dos partidos anteriores ante Paraguay y Chile. Los jugadores de la selección metieron la pierna fuerte sin importarles la presencia de monstruos del fútbol como Ronaldinho y Kaká.
Sin embargo, no pudieron ganar. Pero esto no se dio por falta de capacidad del equipo. Las ganas que pusieron (aunque sin fútbol) habrían bastado para lograrlo; no importa que hayan mostrado poco fútbol. A ello hay que agregarle que Brasil jugó a media máquina, y demostró una excesiva dependencia de Kaká. Lo que pasó es que hubo falta de clase para hacerlo; esta clase la debieron demostrar los delanteros de la selección.
Lamentablemente, Guerrero debió salir por lesión apenas terminó el primer tiempo. Pese a todo, nadie discute su entrega. Pizarro ya demostró que no es para la selección peruana. Nunca lo fue. Sólo fue un producto a lo Beckham “made in Perú” que demostró tener buena pinta y una gran capacidad para colocarse en el fútbol alemán, que después de todo, no es la liga más competitiva de Europa. Farfán se está convirtiendo en un nuevo Pizarro: sus últimas actuaciones están muy lejos de sus comienzos con la blanquirroja.
Aquí se rompe el mito que señala que Perú tiene un “ataque poderoso”, pero una defensa floja. Los de atrás fueron los mejores. Salas se jugó el mejor partido de su vida, con él olvidémonos del boxeador Galliquio. Acasiete demostró que está en un nivel superlativo, y se aseguró en el puesto por varios años salvo pase algo. Rodríguez anduvo regular, y Vargas es conmovedor con sus corridas por la banda izquierda. Su gol (aunque con cierta ayuda del brasilero Lucio) es prueba del pundonor del jugador del Catania italiano. El puesto es suyo, que el medroso de Walter Vílchez se quede en México.
El mediocampo mejoró. Carlos Lobatón lo hizo en gran nivel, pese a jugar como volante de marca. Jayo aportó su experiencia, pese a no correr como antes. Solano hizo lo que pudo, si bien es cierto fue regular, su presencia siempre intimida al rival. La reaparición del Chorri Palacios fue una buena noticia, no solo por el hecho mismo, sino que contagió a sus compañeros con entusiasmo para pelear cada balón.
Los que ingresaron tampoco desentonaron. De la Haza no lució mucho, pero aportó marca cuando se le necesitó. Increíblemente, Andrés Mendoza, pese al poco tiempo en que estuvo en el verde y a la resistencia que tiene en muchos aficionados, demostró estar mucho mejor que Pizarro y Farfán. Si estos dos últimos tuvieran el nivel de los delanteros paraguayos (Cabañas, Santa Cruz y Haedo Valdez), al menos se hubiera ganado por la mínima diferencia. Este es el determinante para el resultado de ayer. Pero pese a esto, Perú tuvo para ganarle a Brasil con todo y sus estrellas y millones.
Ahora hay que ganarle a Ecuador. No importa Quito y su altura. Si queremos estar en el mundial, hay que ganar todo desde ahora. Hay que aprovechar el pésimo momento de los norteños, quienes parecen haber vuelto a aquellas épocas en que aprendían a jugar al fútbol. Así como ellos lo hicieron con nosotros en los últimos diez años. Esta es la oportunidad para cobrar revancha. Además que el resultado ante Brasil obliga a eso.
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