Nuevamente se produjo un incendio en Mesa Redonda. No fue de las proporciones de aquel trágico suceso de fines de 2001, en el que hubo más de 500 muertos y desaparecidos; y encima no se alcanzó justicia, pues los que fueron encontrados culpables recibieron condenas demasiado benignas para todo el desastre de pérdidas económicas y humanas (sobretodo esto) que ocasionaron.
Sin embargo, hay un hecho que se comprueba nuevamente, el común denominador de estos sucesos. Ese hecho es que no aprendemos la lección.
Seguimos siendo un país construido sobre la improvisación, sobre lo que venga. Nos gusta hacer las cosas pensando en lo temporal e inmediato, sin visión de futuro y sin un panorama abierto a todas las posibilidades. Nos gusta aprovecharnos de la desgracia ajena. Son males que continúan en nuestro inconsciente, pese a que la desgracia nos ha tocado la puerta de manera constante.
El día del incendio, muchos comerciantes, en vez de abandonar la zona para poner a salvo sus vidas, prefirieron encerrarse en sus galerías para no perder sus mercaderías. Actitud mediocre, donde más vale el dinero que la vida. El día del incendio, algunas gentes de mal vivir, sin considerar el peligro en que se encontraban muchos de sus compatriotas (¡al fin y al cabo lo son!), fueron al acecho para robar las pertenencias de estos. Actitud mediocre, donde más vale el dinero que la vida.
A esto hay que agregar que muchos comerciantes no invierten en sistemas de seguridad y prevención ante este tipo de siniestros. Prefieren vivir hacinados, apretados, enredados entre peligrosos cables eléctricos, sin darse cuenta que están en un lugar que, por las características que ha ido adquiriendo, puede ser su tumba.
Otros ejemplos: los delincuentes que comenzaron a robar y saquear luego del lamentable terremoto en Pisco; las empresas aledañas a la fábrica de pinturas que se incendiaba en San Miguel, negándose a darle agua pese al inmenso incendio que la sorprendió. Falta de solidaridad y estrechez de mente. “Cuadrados”, se les diría en lenguaje popular.
Aquí ha triunfado, más que en cualquier otro país latinoamericano, el “sálvese quien pueda”. Y ese “sálvese quien pueda” no sólo implica un individualismo y una despreocupación por el prójimo. También contempla que hay que “aniquilar” o “destruir” al otro.
Estas son conductas suicidas. Más que construir país, lo que hacen es destruirlo más. El origen está en que no tenemos educación ni formación. La idea debe ser trabajar y poner como prioridad en la agenda política en el país el tema de la educación; no solamente por el tema académico, sino por el tema del respeto y los valores basados en el amor y la solidaridad con el prójimo.
Lástima que la gran mayoría de los gobiernos no apueste por la educación como prioridad. Parece que a los políticos les conviene que entre peruanos nos sigamos sacando los ojos, y ellos despacharse a sus anchas
Sin embargo, hay un hecho que se comprueba nuevamente, el común denominador de estos sucesos. Ese hecho es que no aprendemos la lección.
Seguimos siendo un país construido sobre la improvisación, sobre lo que venga. Nos gusta hacer las cosas pensando en lo temporal e inmediato, sin visión de futuro y sin un panorama abierto a todas las posibilidades. Nos gusta aprovecharnos de la desgracia ajena. Son males que continúan en nuestro inconsciente, pese a que la desgracia nos ha tocado la puerta de manera constante.
El día del incendio, muchos comerciantes, en vez de abandonar la zona para poner a salvo sus vidas, prefirieron encerrarse en sus galerías para no perder sus mercaderías. Actitud mediocre, donde más vale el dinero que la vida. El día del incendio, algunas gentes de mal vivir, sin considerar el peligro en que se encontraban muchos de sus compatriotas (¡al fin y al cabo lo son!), fueron al acecho para robar las pertenencias de estos. Actitud mediocre, donde más vale el dinero que la vida.
A esto hay que agregar que muchos comerciantes no invierten en sistemas de seguridad y prevención ante este tipo de siniestros. Prefieren vivir hacinados, apretados, enredados entre peligrosos cables eléctricos, sin darse cuenta que están en un lugar que, por las características que ha ido adquiriendo, puede ser su tumba.
Otros ejemplos: los delincuentes que comenzaron a robar y saquear luego del lamentable terremoto en Pisco; las empresas aledañas a la fábrica de pinturas que se incendiaba en San Miguel, negándose a darle agua pese al inmenso incendio que la sorprendió. Falta de solidaridad y estrechez de mente. “Cuadrados”, se les diría en lenguaje popular.
Aquí ha triunfado, más que en cualquier otro país latinoamericano, el “sálvese quien pueda”. Y ese “sálvese quien pueda” no sólo implica un individualismo y una despreocupación por el prójimo. También contempla que hay que “aniquilar” o “destruir” al otro.
Estas son conductas suicidas. Más que construir país, lo que hacen es destruirlo más. El origen está en que no tenemos educación ni formación. La idea debe ser trabajar y poner como prioridad en la agenda política en el país el tema de la educación; no solamente por el tema académico, sino por el tema del respeto y los valores basados en el amor y la solidaridad con el prójimo.
Lástima que la gran mayoría de los gobiernos no apueste por la educación como prioridad. Parece que a los políticos les conviene que entre peruanos nos sigamos sacando los ojos, y ellos despacharse a sus anchas
No hay comentarios.:
Publicar un comentario