Tras largos cinco meses, la intensa campaña electoral que hemos vivido ha terminado. Y quizás como no poca gente se lo imaginaba, pues a inicios de enero, gran parte de la opinión pública no daba posibilidades de victoria a Ollanta Humala, que en ese momento figuraba cuarto en las encuestas con entre 10 y 12 por ciento. El establishment parecía tranquilo, y la fiesta andaba en paz.
Sin embargo, desde ese caluroso mes de enero a este gris y otoñal mes de junio, muchas cosas cambiaron. Ollanta Humala ha ganado en una campaña electoral intensa y polarizada. Los wikileaks marcaron su primer repunte en febrero, y en marzo comenzó a ganar adhesiones, hasta lograr el primer lugar. En la segunda vuelta, sufrió el cargamontón de los medios; pero su perfil moderado, los errores garrafales de los asesores de su contendora, y la marcha anti-fujimorista del 26 de mayo, le dieron la victoria. Su gran mérito ha estado en mantener la calma y haber aprendido de los errores, tanto de estrategia como de visión política, que cometió en la elección de hace cinco años.
Seguramente Humala es consciente de que su victoria ha sido harto difícil de obtener. La campaña de demolición que enfrentó es una prueba de ello. Pero lo que viene es mucho más difícil.
Primero, porque ahora que será Presidente de la República, Humala estará en los ojos de todo el mundo. La misma prensa que se ha encargado de tirarle basura en estos meses no lo dejará tranquilo, pues es sabido que defienden grandes intereses que están detrás. Intereses que pueden venirse abajo si Humala emprende reformas redistributivas que a éstos no les conviene. En ese sentido, el nuevo Jefe de Estado deberá tener “muñeca” y paciencia para manejarse. Allí tendrá que pedir algunos consejos a Alejandro Toledo, quien luego de acceder al poder tumbándose a la mafia fuji-montesinista, sufrió un cargamontón que no le hicieron a Alan García.
Segundo, tendrá que hacer alianzas en el Congreso. Perú Posible podría ser una posibilidad que no sólo sostendría la gobernabilidad, sino que garantizaría que puedan emprender algunas reformas comunes que tanto Gana Perú como el partido de la chakana plantearon en la campaña. La alianza con la agrupación de Toledo, que está más al centro, sería algo así como la Concertación en Chile, y pondría un buen dique a las pretensiones de la derecha compuesta por el fujimorismo, el APRA y algunos integrantes del PPC y Solidaridad.
Tercero, Es la oportunidad de buscar respaldos internacionales. La alianza con Brasil y Argentina, además de buscar más a Unasur, le dará un buen soporte ante los intentos de cierta derecha cavernaria por sacarlo del poder. Porque eso van a buscar. Así se pudo frenar, por ejemplo, la intentona golpista en Ecuador. Y alejarse un poco del bloque más cercano a los Estados Unidos. Claro está, marcando su propio perfil como presidente de una nación soberana.
Cuarto, impulsar las recomendaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, tanto en la reparación a las víctimas como en la búsqueda de justicia.
Quinto, no debe temblarle la mano en la lucha contra la corrupción. La de hace veinte años, la de ayer, la de hoy y la de mañana. Debe facilitar todas las herramientas al Poder Judicial, y no entorpecer su trabajo como lo ha hecho el régimen de Alan García.
Sexto, una lucha frontal contra la pobreza. Dar impulso a los programas sociales y generación de empleo digno. Hacer justicia social con los trabajadores, los campesinos, los jubilados; y resolver los conflictos sociales que deja García.
Quizá haya llegado el momento de lograr ese gran cambio social que anheló mucha gente para el Perú, como Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui. Para eso estaremos atentos y vigilantes. Eso sí, no es un cheque en blanco.
Foto: Diario El País de España.
Sin embargo, desde ese caluroso mes de enero a este gris y otoñal mes de junio, muchas cosas cambiaron. Ollanta Humala ha ganado en una campaña electoral intensa y polarizada. Los wikileaks marcaron su primer repunte en febrero, y en marzo comenzó a ganar adhesiones, hasta lograr el primer lugar. En la segunda vuelta, sufrió el cargamontón de los medios; pero su perfil moderado, los errores garrafales de los asesores de su contendora, y la marcha anti-fujimorista del 26 de mayo, le dieron la victoria. Su gran mérito ha estado en mantener la calma y haber aprendido de los errores, tanto de estrategia como de visión política, que cometió en la elección de hace cinco años.
Seguramente Humala es consciente de que su victoria ha sido harto difícil de obtener. La campaña de demolición que enfrentó es una prueba de ello. Pero lo que viene es mucho más difícil.
Primero, porque ahora que será Presidente de la República, Humala estará en los ojos de todo el mundo. La misma prensa que se ha encargado de tirarle basura en estos meses no lo dejará tranquilo, pues es sabido que defienden grandes intereses que están detrás. Intereses que pueden venirse abajo si Humala emprende reformas redistributivas que a éstos no les conviene. En ese sentido, el nuevo Jefe de Estado deberá tener “muñeca” y paciencia para manejarse. Allí tendrá que pedir algunos consejos a Alejandro Toledo, quien luego de acceder al poder tumbándose a la mafia fuji-montesinista, sufrió un cargamontón que no le hicieron a Alan García.
Segundo, tendrá que hacer alianzas en el Congreso. Perú Posible podría ser una posibilidad que no sólo sostendría la gobernabilidad, sino que garantizaría que puedan emprender algunas reformas comunes que tanto Gana Perú como el partido de la chakana plantearon en la campaña. La alianza con la agrupación de Toledo, que está más al centro, sería algo así como la Concertación en Chile, y pondría un buen dique a las pretensiones de la derecha compuesta por el fujimorismo, el APRA y algunos integrantes del PPC y Solidaridad.
Tercero, Es la oportunidad de buscar respaldos internacionales. La alianza con Brasil y Argentina, además de buscar más a Unasur, le dará un buen soporte ante los intentos de cierta derecha cavernaria por sacarlo del poder. Porque eso van a buscar. Así se pudo frenar, por ejemplo, la intentona golpista en Ecuador. Y alejarse un poco del bloque más cercano a los Estados Unidos. Claro está, marcando su propio perfil como presidente de una nación soberana.
Cuarto, impulsar las recomendaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, tanto en la reparación a las víctimas como en la búsqueda de justicia.
Quinto, no debe temblarle la mano en la lucha contra la corrupción. La de hace veinte años, la de ayer, la de hoy y la de mañana. Debe facilitar todas las herramientas al Poder Judicial, y no entorpecer su trabajo como lo ha hecho el régimen de Alan García.
Sexto, una lucha frontal contra la pobreza. Dar impulso a los programas sociales y generación de empleo digno. Hacer justicia social con los trabajadores, los campesinos, los jubilados; y resolver los conflictos sociales que deja García.
Quizá haya llegado el momento de lograr ese gran cambio social que anheló mucha gente para el Perú, como Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui. Para eso estaremos atentos y vigilantes. Eso sí, no es un cheque en blanco.
Foto: Diario El País de España.