Si la semana anterior estuvo marcada por la presentación de Mercedes Aráoz como candidata del APRA, en la noticia fue sin duda, el lanzamiento de Alejandro Toledo como postulante a la primera magistratura de la nación. Más allá de la decisión en sí, lo que sorprendió es que el líder de Perú Posible lanzó su candidatura con anticipación, pues había manifestado el último domingo que se tomaría al menos quince días para anunciar su decisión.
Lo cierto es que Toledo ya está en la cancha. De arranque, anunció que intentaba ser presidente otra vez para mejorar lo hecho en su gobierno, y no hacer mal lo que hizo mal, como dijo textualmente. Anunció que esta vez se preocupará más de los pobres, realizará una "revolución educativa" y encabezará la lucha contra la corrupción.
En esta oportunidad, Toledo tiene algunas ventajas. Buena parte de la ciudadanía tiene un recuerdo positivo de su gestión (2001 - 2006), debido a que, al menos, la economía se mantuvo estable, y que no ocurrieron violaciones a los derechos humanos; incluso impulsó el tema de la CVR. Otro asunto es que fortaleció el sistema democrático, apoyando el Acuerdo Nacional. Incluso pese a los escándalos de su familia, no terminó manchado por temas de corrupción. Hasta ahora no se le encontró nada oscuro. En retrospectiva, su gobierno, si no fue el mejor, fue el menos malo en décadas.
También tiene segura una buena parte del voto anti-fujimorista que no se quiere encasillar en la izquierda, así como también se ha logrado perfilar como claro opositor a Alan García, posición que ha sido más clara que la del mismo Ollanta Humala, con sus constantes puyas contra el régimen alanista cada vez que retornaba al país. Por ejemplo, en el tema del Baguazo, Toledo salió en defensa de los indígenas amazónicos. Esas cuestiones, y agregando que tenía un nada despreciable 16 por ciento en las encuestas sin ser candidato declarado, pueden ser un hándicap a favor.
Sin embargo, debemos recordar que durante todo su gobierno, Toledo navegó en una cifra de aprobación. Sólo al principio y al final, pudo contar con un relativo respaldo popular. La prensa fue inmisericorde hasta porque impostaba la voz, a diferencia de su pleitesía con la actual gestión. Muchos le enrostrarán su terquedad por firmar el TLC con Estados Unidos, los escándalos de su familia, sus 18 mil dólares de sueldo, sus frases como "¿por qué me aplauden en Wall Street y no aquí?", su sobonería con gente despreciable como Bush y Aznar, tener ministros pro-yanquis como PPK y conservadores como Luis Solari, entre otras perlitas.
Si Toledo quiere ganar (posibilidades tiene) tendría que tomar algunas decisiones. Primero, alejar a su entorno familiar y a la misma Eliane. También debe apartar a esos "ayayeros" que lo desprestigiaron más, como Doris Sánchez, Enith Chuquival, y otras perlas que todos y todas recordamos muy bien. Gracias a Dios, ya no tiene cerca a PPK ni a gente como el "chauchiller" Fernando Olivera. Seguro que lo odiarán los alanistas porque Toledo lo derrotó en el 2001; los fujimoristas porque encabezó la resistencia contra la dictadura; la izquierda, sea caviar o cavernaria, por el arrodillamiento ante EE. UU. durante su primer período.
Sumando todos sus activos y pasivos, Toledo tiene todas las posibilidades de volver a ser electo. Después de Alan García, es acaso el político que tiene más facilidad para variar su discurso sin despeinarse. Sus rivales de enfrente no tienen esa misma habilidad, y puede que en el camino electoral se diluyan por sus inconsistencias, como es el caso de Keiko (liberar a su papi), Castañeda (cuando comience a hablar, la verá verde), y Humala (en las formas). Por eso, y antes que todo, Toledo debe tener en cuenta que su mayor enemigo es él mismo.
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