Este mes es el mes de los paros. Las “bombas de tiempo” que dejó el gobierno de Alejandro Toledo (hay que decirlo así, aunque a los neoliberales les amargue la vida) ya comenzaron a estallar. Pese al crecimiento económico que vive el país, también hay injusticia económica. Y esto es herencia del toledismo, que pese a mantener la democracia, continuó con las políticas neoliberales del dictador Alberto Fujimori.
Sin embargo, esto también es culpa del actual gobierno. Sí, el que encabeza Alan García. Él sabía al escenario al que se iba a enfrentar. Sin embargo, continuó con lo hecho por Toledo y Fujimori, y aún peor. La gente de a pie comprueba todos los días que el crecimiento no llega a sus bolsillos. Por eso han explosionado las bombas de las que hablaban los “defensistas” de Alan antes de asumir el poder. Por eso que el mismo gobierno
Hay paro de maestros, encabezado por el SUTEP. La huelga continuará, dice Luis Muñoz, su secretario general. Exigen una mesa de diálogo, por lo menos. Es cierto que el SUTEP tiene intereses mezquinos, pero en algunas cosas no les falta razón. También hay huelgas de campesinos y mineros, debido a la indiferencia de parte del Ministerio, luego de que asumiera Ismael Benavides como titular, en el primer caso; y por el maltrato de los empresarios de las empresas mineras, en el segundo, y con una contemplación increíble de parte del ministro del sector, Juan Valdivia.
En suma, todos estos reclamos son justos. Unos pocos se llevan grandes utilidades de nuestras riquezas, y las grandes mayoría no gozan de esos beneficios. Por eso se levantan.
Ante ello, el gobierno se ha comportado de la manera más intolerante. El presidente Alan García ha insultado a los manifestantes, y anunció “mano dura” contra estos. Incluso ha tomado mano de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, para que apliquen la ley ante cualquier revoltoso. Típica muestra de un gobernante que se torna autoritario, plenamente de derecha cavernaria. Lo más curioso es que su mentor, el gran Víctor Raúl Haya de la Torre, fundó un partido como el APRA, el cual defendía plenamente a los trabajadores y su derecho a la protesta; así como a los sectores oprimidos, en búsqueda de la justicia social y la democracia.
Esta situación se le ha escapado de las manos al gobierno. Por ello, no le quedan más que dos acciones. La primera, es que debe aceptar el diálogo con los sectores que reclaman, y llegar a acuerdos y soluciones. En esto consiste un gobierno socialdemócrata, sin caer en radicalismos tipo Chávez o Morales. García debe recordar que se catalogó como “socialista moderno”, cuando visitó a la mandataria chilena Michelle Bachelet en junio del año pasado. Lo segundo es un cambio urgente de gabinete, alejándose de los cuadros de la derecha, y tomando mano de elementos más vinculados a la centro-izquierda.
Si el régimen aprista, cada vez más inclinado a la derecha reaccionaria, no toma estas medidas, las bombas le estallarán en la cara a García y a su régimen, que ya no pasará a la historia como pregonaba en la campaña electoral, sino que además de mandar al Partido Aprista a la tumba, dejará al país en manos de los radicalismos como los de Hugo Chávez. Y se verá hipotecada una vez más la democracia, en beneficio de modelos autoritarios y populistas.
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