Ha sido sorprendente la reacción de la congresista Keiko Sofía Fujimori, hija del extraditable Alberto Fujimori, luego de los últimos sucesos que han ido en contra los planes de su padre y sus partidarios. El último fin de semana, declaró que la posibilidad de que su padre fuera extraditado de manera definitiva al Perú, no le convenía al gobierno del presidente Alan García, en declaraciones al diario chileno El Mercurio.
Después de una tranquilidad sosegada en el fujimorismo, mostrada en el rostro llenito y sonriente de Keiko Sofía, y de un beneplácito de su bancada ante toda acción del régimen aprista, (que da lugar a pensar que existe una alianza entre estos dos grupos), llegó la desesperación en las filas de este ¿partido?, ante la inminente extradición de su líder, que debe responder ante la justicia de nuestro país por los delitos de corrupción y contra los derechos humanos cometidos durante su gobierno.
Incluso, sus más “achoradas” representantes, como Carmen Lozada y Martha Moyano, han amenazado con la toma de las calles de parte de sus “muchos” seguidores y la llegada de una convulsión social, si es que Fujimori es juzgado y sentenciado en el Perú, y tácitamente han pedido al gobierno que les apoye.
Esta actitud demuestra la desesperación en que han caído sus seguidores (no sabemos cuántos son, pero las últimas elecciones regionales y municipales los “expectoraron” del mapa), porque saben que si Fujimori es finalmente condenado a prisión, su organización desaparecerá y sus esbirros quedarán a la intemperie, abandonados, algunos aún con cuentas pendientes con la justicia.
De otro lado, también se denota soberbia en la actitud de la nueva líder del fujimorismo (mientras subsista). Porque cree que moverán las masas como antaño, cuando tenían la prensa controlada, y movían sus portátiles a los mítines del “Chino”, en la campaña de la engorrosa elección del 2000. Y si salieran, también resucitaría esa oposición que salió a las calles en la marcha de los cuatro suyos, ahora un poco adormitada.
Ante ello, el gobierno debe dar una respuesta rápida. De hecho ya lo acaba de hacer: Mauricio Mulder rechazó las declaraciones de Keiko, y deslindó de la posición de su colega de bancada Javier Valle Riestra, acusándolo de “pro-fujimorista”. Sin embargo, es la voz del secretario general del Partido Aprista; falta la del gobierno en su conjunto.
La que también debe tener respuesta rápida es la sociedad civil. Esa misma que salió a protestar en las calles en los finales de la década de los ’90, para denunciar las violaciones contra los derechos humanos, la corrupción generalizada en el Estado, el embrutecimiento al que fue sometido nuestro pueblo, y la destrucción de las instituciones. A despertarse del sueño, para demostrar que quienes estamos por la democracia y el estado de derecho, y en contra de la impunidad, somos mayoría.
Después de una tranquilidad sosegada en el fujimorismo, mostrada en el rostro llenito y sonriente de Keiko Sofía, y de un beneplácito de su bancada ante toda acción del régimen aprista, (que da lugar a pensar que existe una alianza entre estos dos grupos), llegó la desesperación en las filas de este ¿partido?, ante la inminente extradición de su líder, que debe responder ante la justicia de nuestro país por los delitos de corrupción y contra los derechos humanos cometidos durante su gobierno.
Incluso, sus más “achoradas” representantes, como Carmen Lozada y Martha Moyano, han amenazado con la toma de las calles de parte de sus “muchos” seguidores y la llegada de una convulsión social, si es que Fujimori es juzgado y sentenciado en el Perú, y tácitamente han pedido al gobierno que les apoye.
Esta actitud demuestra la desesperación en que han caído sus seguidores (no sabemos cuántos son, pero las últimas elecciones regionales y municipales los “expectoraron” del mapa), porque saben que si Fujimori es finalmente condenado a prisión, su organización desaparecerá y sus esbirros quedarán a la intemperie, abandonados, algunos aún con cuentas pendientes con la justicia.
De otro lado, también se denota soberbia en la actitud de la nueva líder del fujimorismo (mientras subsista). Porque cree que moverán las masas como antaño, cuando tenían la prensa controlada, y movían sus portátiles a los mítines del “Chino”, en la campaña de la engorrosa elección del 2000. Y si salieran, también resucitaría esa oposición que salió a las calles en la marcha de los cuatro suyos, ahora un poco adormitada.
Ante ello, el gobierno debe dar una respuesta rápida. De hecho ya lo acaba de hacer: Mauricio Mulder rechazó las declaraciones de Keiko, y deslindó de la posición de su colega de bancada Javier Valle Riestra, acusándolo de “pro-fujimorista”. Sin embargo, es la voz del secretario general del Partido Aprista; falta la del gobierno en su conjunto.
La que también debe tener respuesta rápida es la sociedad civil. Esa misma que salió a protestar en las calles en los finales de la década de los ’90, para denunciar las violaciones contra los derechos humanos, la corrupción generalizada en el Estado, el embrutecimiento al que fue sometido nuestro pueblo, y la destrucción de las instituciones. A despertarse del sueño, para demostrar que quienes estamos por la democracia y el estado de derecho, y en contra de la impunidad, somos mayoría.
1 comentario:
Hey, despierta.
Keiko Fujimori fue la congresista más votada en las Elecciones Generales 2006.
¿Democracia? ¿Estado de derecho?
Anda explícale eso a los campesinos afectados por las heladas en la puna. ¿Qué hace tu democracia por ellos?
Despierta, despierta...
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