En la cabeza de todo ciudadano peruano debe rondar hasta ahora la pregunta del por qué Alan García es nuevamente presidente del Perú. Esta idea era impensable en más de la mitad de la población, que rechazaba ampliamente el hecho de que el líder aprista volviera a gobernar, luego del mal recuerdo de su primera gestión. Hace sólo dos años, se trataba de un cuento chino o algo parecido.
Hoy se cumple un año de este “imposible”. La pregunta es, ¿por qué ganó, en un país harto de los políticos tradicionales, el político más antiguo del partido más antiguo? La circunstancia política lo permitió. Se juntaron muchos factores alrededor del triunfo electoral de Alan García.
Primero, el APRA sabía que entre su candidatura y la de Ollanta Humala, no se iban a ver polos tan extremos en la segunda vuelta, como si se hubiera producido en el caso de que el humalismo y Unidad Nacional (hoy venido a menos) pasaran a esta fase de la elección. Pese a que el APRA juega a colocarse a la izquierda o a la derecha, según lo ameriten las circunstancias, es visto como más de centro izquierda, entre quienes conocen las ideologías, o por lo menos ni tan radical ni tan conservador para buena parte de la población.
En los sondeos previos a las elecciones, García aparecía siempre tercero, detrás de Lourdes Flores y Humala. Parecía difícil que pudiera pasar a la segunda vuelta, y mucho menos como primero. Por ello, su estrategia fue golpear con todo a Lourdes. "La candidata de los ricos", "representante de la derecha", fueron etiquetas acuñadas por García a la lideresa de UN, estigmas de los que no se pudo esquivar. Lourdes no tuvo reflejos ni reacción, y se abandonó sola, pues prescindió de sus mejores cuadros o “defensistas”, como Rey (ahora con el gobierno), Barba y Barrón. Al final, se repitió el cuadro del 2001: García desplazaba a Flores otra vez del “ballotage”, y tenía en sus manos la victoria. Apoyado, claro está, por el bolsón de votos apristas.
Segundo, pudo más el miedo al radicalismo de buena parte de la población. La conclusión es que el Perú, pese a los cambios que reclama, es un país conservador. Luego de la experiencia vivida durante el gobierno de Alberto Fujimori, un desconocido en política para ese entonces, decidió por un “loco” conocido” que por un “loco” por conocer. En ese sentido, el país no quería el cambio. Sólo quería orden y seguridad. Si no, entonces debió apoyar el repetir escenarios como los de Bolivia y Venezuela, con modelos radicales. Humala debió haber ganado con más del 50 % en primera vuelta, si ese era realmente el escenario.
Muchos creen que el 47 % de Humala en la segunda vuelta era totalmente de él. Así como el 53 % con el que Alan obtuvo la victoria, no era completamente aprista, e incluso la mayoría de los votos provenían de gente no ligada al Partido de Alfonso Ugarte; de igual manera los votos del nacionalismo no respaldaban totalmente a Humala: era el sector anti-aprista más recalcitrante, que siempre representó a una buena parte del electorado
Humala no era bien visto por un gran sector de la opinión pública, debido a su prédica radical y autoritaria, además de los desórdenes que ya presentaba su agrupación política. Ante ello, García supo manejar el escenario político. Supo agrupar y convocar a las otras fuerzas políticas que se manifestaban como defensoras de la democracia, incluido el fujimorismo. Transmitió la idea de que se respetarían las libertades y los derechos fundamentales, algo que se pensaba Humala no realizaría si llegaba al poder. Al parecer, esto se comprueba, con su respaldo al cierre de RCTV realizado por mentor Hugo Chávez.
Por último, Alan apeló al sentimiento de orgullo nacional, cuando “le jaló la lengua” a Chávez, quien se mandó con todo contra este. El gran rechazo de la población a la forma de hacer política del gobernante venezolano, fue otro de los factores claves (y decisivos) de su victoria.
Casi un año después, pocos esperan algo de Alan. Ya lo conocemos. Pero con lo sucedido en Venezuela, ya sabemos qué hubiera pasado si el extremismo de Humala llegaba a la Casa de Pizarro.
Hoy se cumple un año de este “imposible”. La pregunta es, ¿por qué ganó, en un país harto de los políticos tradicionales, el político más antiguo del partido más antiguo? La circunstancia política lo permitió. Se juntaron muchos factores alrededor del triunfo electoral de Alan García.
Primero, el APRA sabía que entre su candidatura y la de Ollanta Humala, no se iban a ver polos tan extremos en la segunda vuelta, como si se hubiera producido en el caso de que el humalismo y Unidad Nacional (hoy venido a menos) pasaran a esta fase de la elección. Pese a que el APRA juega a colocarse a la izquierda o a la derecha, según lo ameriten las circunstancias, es visto como más de centro izquierda, entre quienes conocen las ideologías, o por lo menos ni tan radical ni tan conservador para buena parte de la población.
En los sondeos previos a las elecciones, García aparecía siempre tercero, detrás de Lourdes Flores y Humala. Parecía difícil que pudiera pasar a la segunda vuelta, y mucho menos como primero. Por ello, su estrategia fue golpear con todo a Lourdes. "La candidata de los ricos", "representante de la derecha", fueron etiquetas acuñadas por García a la lideresa de UN, estigmas de los que no se pudo esquivar. Lourdes no tuvo reflejos ni reacción, y se abandonó sola, pues prescindió de sus mejores cuadros o “defensistas”, como Rey (ahora con el gobierno), Barba y Barrón. Al final, se repitió el cuadro del 2001: García desplazaba a Flores otra vez del “ballotage”, y tenía en sus manos la victoria. Apoyado, claro está, por el bolsón de votos apristas.
Segundo, pudo más el miedo al radicalismo de buena parte de la población. La conclusión es que el Perú, pese a los cambios que reclama, es un país conservador. Luego de la experiencia vivida durante el gobierno de Alberto Fujimori, un desconocido en política para ese entonces, decidió por un “loco” conocido” que por un “loco” por conocer. En ese sentido, el país no quería el cambio. Sólo quería orden y seguridad. Si no, entonces debió apoyar el repetir escenarios como los de Bolivia y Venezuela, con modelos radicales. Humala debió haber ganado con más del 50 % en primera vuelta, si ese era realmente el escenario.
Muchos creen que el 47 % de Humala en la segunda vuelta era totalmente de él. Así como el 53 % con el que Alan obtuvo la victoria, no era completamente aprista, e incluso la mayoría de los votos provenían de gente no ligada al Partido de Alfonso Ugarte; de igual manera los votos del nacionalismo no respaldaban totalmente a Humala: era el sector anti-aprista más recalcitrante, que siempre representó a una buena parte del electorado
Humala no era bien visto por un gran sector de la opinión pública, debido a su prédica radical y autoritaria, además de los desórdenes que ya presentaba su agrupación política. Ante ello, García supo manejar el escenario político. Supo agrupar y convocar a las otras fuerzas políticas que se manifestaban como defensoras de la democracia, incluido el fujimorismo. Transmitió la idea de que se respetarían las libertades y los derechos fundamentales, algo que se pensaba Humala no realizaría si llegaba al poder. Al parecer, esto se comprueba, con su respaldo al cierre de RCTV realizado por mentor Hugo Chávez.
Por último, Alan apeló al sentimiento de orgullo nacional, cuando “le jaló la lengua” a Chávez, quien se mandó con todo contra este. El gran rechazo de la población a la forma de hacer política del gobernante venezolano, fue otro de los factores claves (y decisivos) de su victoria.
Casi un año después, pocos esperan algo de Alan. Ya lo conocemos. Pero con lo sucedido en Venezuela, ya sabemos qué hubiera pasado si el extremismo de Humala llegaba a la Casa de Pizarro.
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