Muchos tuvimos esperanzas con la elección de nuevos congresistas para el período 2006 – 2011, pensando que quizás no habría peor que el del quinquenio anterior, por el que desfiló cualquier cantidad de payasos. Sin embargo, los hechos de los últimos meses nos confirman que la cosa, al parecer, seguirá igual.
La elección de los miembros del Tribunal Constitucional nos acaba de demostrar esto. Las componendas políticas entre los congresistas (sean del partido o agrupación que fueren, da lo mismo), no sirven para elaborar buenas normas para el país, sino para controlar una institución tan importante como el TC. Y no solo son los apristas y los fujimoristas quienes se unieron en esta maléfica componenda, sino que hasta ¡los humalistas! se sumaron a este coro desentonado. Lo digo porque la bancada del Partido Nacionalista y Unión por el Perú, opositores al actual régimen (aunque estos últimos parecen llegar a un entendimiento con el APRA en algunos temas) le dieron sus votos a la fórmula ganadora del día miércoles, con tal que entre su candidato, el cuestionado Vladimir Paz de la Barra.
Por eso no vamos a hablar ahora de “alianza apro-humalo-fujimorista”. Lo criticable es que se produjo otra vez el famoso “dame que te doy”. Encima, la votación estuvo fuera de lo legal, pues en anteriores oportunidades siempre se votó candidato por candidato, y no por listas, como se hizo en esta ocasión. El apuro también es uno de los errores, aunque la prensa, por medio de las columnas de opinión de sus analistas y editoriales de casi todos los diarios, manifestaba que el Congreso debía darse prisa con este asunto.
El resultado no solo ha sido lamentable por la elección del mencionado Paz de la Barra, sino porque entre los candidatos estaba Javier Ríos, otro de los electos magistrados del TC. Este señor hubiera pasado desapercibido, si no fuera porque Caretas, la decana de las revistas en el país, le sacó una foto almorzando con tremendos angelitos como el ex ministro Agustín Mantilla, quien se vendió a Montesinos, y el narcotraficante Javier López Meneses, procesado por la justicia. Tamaña evidencia lo obligó a renunciar a su puesto antes de asumirlo, debido a los pedidos hechos por el presidente del Consejo de Ministros, Jorge Del Castillo; y la misma titular del Congreso, Mercedes Cabanillas.
Este último suceso es la cereza que corona una torta de errores y delitos (porque algunos no son errores, congresistas Menchola, Canchaya, Benites y Cía.), que no se sabe cuando acabar, y que acaba por desprestigiar aún más al Congreso. Este hecho produce que se desprestigie toda la política en general, lo cual después dará motivos a algunos aventureros para instaurar autocracias, como la que se vive en Venezuela.
Antes que debatir reformas como la bicameralidad, o la eliminación del voto preferencial, este Congreso debe dedicarse a reivindicarse ante una población que ya no cree en este Poder del Estado. La labor de Mercedes Cabanillas como presidenta de este órgano ha sido, en líneas generales, positiva; pero es un lunar en medio de todas las barbaridades que se han cometido.
La renovación por tercios en el Congreso; o en todo caso, que se elija a los parlamentarios tan sólo por el período de tres años, podría constituir alguna solución al embrollo, en opinión de algunos analistas políticos, además de las propuestas de volver a la bicameralidad, o las votaciones por lista. Pero de nada valdrán si es que no se toman medidas drásticas al interior del Congreso.
La elección de los miembros del Tribunal Constitucional nos acaba de demostrar esto. Las componendas políticas entre los congresistas (sean del partido o agrupación que fueren, da lo mismo), no sirven para elaborar buenas normas para el país, sino para controlar una institución tan importante como el TC. Y no solo son los apristas y los fujimoristas quienes se unieron en esta maléfica componenda, sino que hasta ¡los humalistas! se sumaron a este coro desentonado. Lo digo porque la bancada del Partido Nacionalista y Unión por el Perú, opositores al actual régimen (aunque estos últimos parecen llegar a un entendimiento con el APRA en algunos temas) le dieron sus votos a la fórmula ganadora del día miércoles, con tal que entre su candidato, el cuestionado Vladimir Paz de la Barra.
Por eso no vamos a hablar ahora de “alianza apro-humalo-fujimorista”. Lo criticable es que se produjo otra vez el famoso “dame que te doy”. Encima, la votación estuvo fuera de lo legal, pues en anteriores oportunidades siempre se votó candidato por candidato, y no por listas, como se hizo en esta ocasión. El apuro también es uno de los errores, aunque la prensa, por medio de las columnas de opinión de sus analistas y editoriales de casi todos los diarios, manifestaba que el Congreso debía darse prisa con este asunto.
El resultado no solo ha sido lamentable por la elección del mencionado Paz de la Barra, sino porque entre los candidatos estaba Javier Ríos, otro de los electos magistrados del TC. Este señor hubiera pasado desapercibido, si no fuera porque Caretas, la decana de las revistas en el país, le sacó una foto almorzando con tremendos angelitos como el ex ministro Agustín Mantilla, quien se vendió a Montesinos, y el narcotraficante Javier López Meneses, procesado por la justicia. Tamaña evidencia lo obligó a renunciar a su puesto antes de asumirlo, debido a los pedidos hechos por el presidente del Consejo de Ministros, Jorge Del Castillo; y la misma titular del Congreso, Mercedes Cabanillas.
Este último suceso es la cereza que corona una torta de errores y delitos (porque algunos no son errores, congresistas Menchola, Canchaya, Benites y Cía.), que no se sabe cuando acabar, y que acaba por desprestigiar aún más al Congreso. Este hecho produce que se desprestigie toda la política en general, lo cual después dará motivos a algunos aventureros para instaurar autocracias, como la que se vive en Venezuela.
Antes que debatir reformas como la bicameralidad, o la eliminación del voto preferencial, este Congreso debe dedicarse a reivindicarse ante una población que ya no cree en este Poder del Estado. La labor de Mercedes Cabanillas como presidenta de este órgano ha sido, en líneas generales, positiva; pero es un lunar en medio de todas las barbaridades que se han cometido.
La renovación por tercios en el Congreso; o en todo caso, que se elija a los parlamentarios tan sólo por el período de tres años, podría constituir alguna solución al embrollo, en opinión de algunos analistas políticos, además de las propuestas de volver a la bicameralidad, o las votaciones por lista. Pero de nada valdrán si es que no se toman medidas drásticas al interior del Congreso.
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