A mediados de septiembre del año 2000, Alberto Fujimori ya tenía casi mes y medio desde que asumió el poder por tercera vez, superando la década en Palacio.
Todo parecía indicar que iba a ser muy difícil poder sacarlo de allí. Pese a las marchas de protesta y las denuncias de fraude en las elecciones de abril de ese mismo año, Fujimori parecía muy seguro en el poder. Tanto, que si él quería, en el 2005 podía haberse presentado a otra reelección más.
Pero algo se podría al interior.
El 14 de septiembre del año 2000, el entonces congresista del ahora extinto Frente Independiente Moralizador (FIM), Fernando Olivera, en una conferencia de prensa junto a varios de sus seguidores, hizo público un video en el que se observaba al otrora asesor presidencial, Vladimiro Montesinos, entregando 25 mil dólares al congresista Alberto Kouri, de Perú Posible, para que se pase a las filas del fujimorismo.
Este vídeo desató un escándalo político, que comenzó a dañar seriamente las estructuras del poder de Fujimori y sus compinches. El presidente, obligado por las circunstancias, tuvo que dar un mensaje a la nación, en el que anunciaba el recorte de su período presidencial a un año, y que convocaría a elecciones en el 2001, en las que no participaría.
Tras el anuncio, Montesinos desapareció de la escena, hasta que se supo que había intentado fugar a Panamá. Conocedor de que su ex asesor le sabía varios secretos, ordenó un ilegal allanamiento a la residencia de éste. En esa diligencia, a Fujimori ya no se le vio como el hombre fuerte y seguro, sino desesperado, como quien quisiera cubrir alguna evidencia de lo que se iba a destapar después.
En noviembre es cuando su ministro de Justicia, el finado Alberto Bustamante, anunció que se habían descubierto cuentas de Montesinos en bancos suizos de hasta 48 millones de dólares. A los pocos días, Fujimori viaja a la Cumbre APEC, que se desarrollaba en Singapur. Luego se dirige al Japón, país de sus ancestros, y desde allí envía el famoso fax, el 20 de ese mes, en el que comunica su renuncia a la presidencia de la República.
En sólo dos meses, un vídeo de unos cuantos minutos y otras evidencias se tumbaron un régimen prepotente y soberbio que sólo unos meses antes parecía muy sólido. El fujimontesinismo cayó cual castillo de naipes. Las luchas democráticas habían conseguido su triunfo. La restauración de la democracia fue posible.
Es cierto que nos falta mucho por alcanzar, en materia de justicia social y libertades. Pero es bueno recordar estos hechos, para saber que un gobierno autoritario no es el camino para lograr el bienestar nacional.
Ahora cuando un sector parece olvidar (o no querer ver o recordar) lo que fue el régimen de Fujimori, y pretende apoyar a un personaje que se benefició de esa misma corrupción (que es la principal causante de la pobreza), es imperativo no olvidarse de estos hechos.
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