Los sucesos del pasado 5 de junio en Bagua, y las reacciones posteriores del régimen de Alan García han demostrado que no existe capacidad de enmienda. Por el contrario, se percibe un endurecimiento del gobierno basado en la soberbia y la mentira.
En primer lugar, fue el gobierno (y no los indígenas amazónicos) el que dio la orden para ejecutar las acciones contra los manifestantes en la carretera de Bagua. Así lo ha manifestado la propia ministra del Interior, Mercedes Cabanillas, en entrevista al diario La República, donde indicó que el comando policial fue quien decidió la intervención.
Vale decir, fue el régimen de García el que propició la violencia, en paralelo al diálogo con las comunidades amazónicas. No fueron estas las que la iniciaron; sólo se defendieron.
Otra muestra de soberbia es la permanencia de Cabanillas en Interior y del propio presidente del Consejo de Ministros, Yehude Simon. Cabanillas era responsable política de los sucesos de Bagua, y le correspondía dejar su cargo. Y en una extraña decisión, Simon ha decidido seguir al frente de un gabinete que cada día se desgasta más.
Un párrafo aparte para Simon, quien tuvo la oportunidad de dejar al gobierno mal parado con una renuncia de principios, tal como lo hizo la ex ministra de la Mujer, Carmen Vildoso. Era su oportunidad para pasar al primer plano de la prematura competencia política con miras a las elecciones presidenciales del 2011. Pero parece ser que en el Perú, quien llega a un puesto de poder se obnubila.
La tercera muestra de arrogancia está en la actitud del presidente García, quien les negó a los nativos amazónicos su condición de ciudadanos. Más allá de una capacidad de enmienda, García Pérez ha preferido endurecer su discurso antes que dialogar y llamar a la paz social.
La cuarta es la del Congreso, que en esa nociva alianza que ha tendido el APRA con el derechismo de Unidad Nacional y el autoritarismo fujimorista (que amenaza volver a instalarse en el poder), han preferido hacer un triquiñuela, suspendiendo los polémicos decretos legislativos por los cuales comenzaron los paros en la amazonía, pero sin derogarlos. Antes, durante 10 meses, han estado “paseando” a las comunidades amazónicas, pensando que las iban a aburrir, pero sólo muestra la ignorancia de estos acerca de la fortaleza y resistencia de los indígenas amazónicos.
Y la última, es la cobardía utilizada por los mandos policiales (quienes, claro está, sólo obedecen órdenes superiores), al arrojar bombas lacrimógenas desde las azoteas de la Avenida Abancay, a los más de 10 mil manifestantes que pretendían llegar al Congreso en protesta por los tristes sucesos en Bagua. Esto dejó un herido (ver la foto).
No hay nada que hacer que el Gobierno se muestra cada día más intolerante, soberbio y brutal. Esto constituye una amenaza, no sólo para calmar la convulsión social que vive nuestro país, sino para la propia democracia.
Quienes creen en ella, deben unirse en un solo frente para defenderla.
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