El ex presidente argentino Néstor Kirchner acaba de renunciar a la jefatura del Partido Justicialista (PJ), debido a la derrota sufrida por su agrupación política en las elecciones parlamentarias efectuadas el domingo pasado, la cual acarrea que ya no tengan mayoría absoluta en el Congreso.
Esta es una muestra de desprendimiento del líder peronista, más allá de los odios y amores que pueda generar entre los argentinos. Con esta decisión, se personifica como el responsable de la derrota electoral del PJ en las legislativas, y ante eso cede su lugar a otros líderes del peronismo, como Daniel Scioli, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires. Deja atrás el caudillismo y respeta la institucionalidad.
Este ejemplo debiera ser aprendido por los políticos en el Perú, quienes pese a los desastrosos resultados de sus gestiones, persisten en mantenerse en sus puestos de poder.
El primer caso es el de Yehude Simon. Más allá de su probada honestidad y su excelente desempeño como presidente del Gobierno Regional de Lambayeque, lamentablemente no ha podido reeditar esa misma performance al frente de la presidencia del Consejo de Ministros. El “Baguazo” debió ser la oportunidad para renunciar y dejar al gobierno en una situación incómoda. Sin embargo, prefirió quedarse en el cargo. Pese a sus últimas y positivas intervenciones (puso fin al conflicto en Bagua con su propuesta de derogación de los decretos de la “Ley de la Selva”, y solucionó otros en Andahuaylas), lo mejor hubiera sido irse y no esperar la censura del Congreso, la cual no se ha dado, debido a la incongruencia y torpeza de la oposición.
Otro es el de Mercedes Cabanillas, la ministra del Interior, quien ha demostrado una total incompetencia para ejercer el puesto. El “Baguazo” es la prueba más clara de ello. Pero la actitud de la lideresa aprista ha sido la de esconder la cabeza y responsabilizar a otros por algo de lo cual ella tenía la primera y última palabra. Además de algunas conductas irascibles ante la prensa que cuestiona su accionar.
No debemos olvidar otros casos, como el de Ántero Flores Aráoz, titular de Defensa, quien pese al desastre ocurrido en el VRAE hace unos meses, sigue cómodo en su sillón. Y ni qué decir de Luis Alva Castro, antecesor de Cabanillas en Interior, quien tampoco renunció en su momento.
Y la oposición no se queda atrás. Lourdes Flores ha perdido dos elecciones y sigue siendo la lideresa de Unidad Nacional. Alan García dejará la presidencia, y seguirá siendo el líder indiscutido del APRA. Y ni qué decir de Ollanta Humala y el Partido Nacionalista. Lo mismo con los eternos dirigentes de los sindicatos, que parecen haberse quedado en los años 80 y los recuerdos de la Izquierda fuerte de aquella época, y no quieren mirar que ahora casi no existe. Pese a sus fracasos, continúan como si nada hubiera pasado.
En el Perú, a los políticos les falta esa grandeza para el desprendimiento. La que tuvo el general Charles de Gaulle en 1969, quien ante la crisis política en la Francia de aquellos años, decidió someter a consulta popular unas reformas a la Constitución, poniendo como condición que si eran rechazadas, él renunciaba a la presidencia de su país. Tras la derrota, el líder político francés declinó en su puesto y se retiró de la política.
Estos ejemplos, cercanos o lejanos, debieran aprender nuestros políticos.
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