Desde que se realizó el sorteo de los grupos para la presente Copa Libertadores, los dirigentes del Flamengo del Brasil sabían que un probable rival de su grupo sería Cienciano del Cuzco. Esto se confirmó cuando el cuadro imperial eliminó a su similar uruguayo del Wanderers, al vencerlo 1-0 en las alturas del Cuzco, y empatar a cero en Montevideo.
Flamengo conocía que Cienciano era el cuadro a vencer. Porque con Bolognesi (el otro integrante del grupo, también peruano) no tendría muchos problemas, mientras que con Nacional de Uruguay ya se conocía cuál sería el menú: los charrúas los vencerían en el Centenario, y luego el ‘Fla’ se vengaría en el Maracaná. Y así sucedió. Entonces, había que robar algo en la capital del Tahuantinsuyo.
Tras esta interesante lectura del panorama deportivo, su presidente, Marcio Braga, emprendió una campaña en contra de la altura, y se inclinó por vetar los estadios a más de 2 mil 500 metros. Puso los argumentos clásicos: que la altura ocasiona daños en la salud, que los jugadores regresan mareados, que por aquí, que por allá. Desde febrero pasado le puso condimento al duelo con los rojos del Cuzco. Incluso amenazaron con no presentarse al partido. Pero obviamente no lo iban a hacer.
Los del Cuzco respondieron a estos dimes y diretes, comenzando desde su inefable ¿presidente o dueño? Juvenal Silva, y el mismo director técnico Franco Navarro, respondieron a lo manifestado por Braga, e incluso amenazaron con demandarlo. Este ambiente generó un exceso de confianza entre los jugadores desde antes del partido, pues se convencieron de que los brasileros tenían miedo de jugar en las alturas del Ombligo del Mundo. Y que en la primera de cambio los pasarían por encima.
Ese era, en efecto, el objetivo de Flamengo. Hacer crecer el exceso de confianza de los cuzqueños quienes, tanto en el campeonato local como en la Libertadores, no habían cedido un solo punto en el Garcilaso de la Vega. Y justo el clíamx de la autosuficiencia llegaría en este trascendental partido, ante un rival que había entrado a la cancha “temeroso” de entrada.
Sin embargo, Flamengo no fue nada temeroso. Mientras que Cienciano salió al verde con la certeza de que golearía a los brasileritos asustados por la altura (¡Qué ironía! En fútbol, ¡Brasil es Brasil, hombre!), el “Mengao” fue con todo al terreno de juego. Y tuvo un buen primer tiempo, con varias llegadas al pórtico de “Chiquito” Flores. Los cariocas no tuvieron miedo a la altura para nada, mucho menos al rival. Incluso dominó las acciones en el primer tiempo.
Esto hizo recordar a los hinchas el desempeño que tuviera el River Plate argentino en la final de la Copa Sudamericana, en aquella recordada final en que Cienciano lo derrotó y logró una hazaña histórica, la de ganar este trofeo. El equipo de la banda sangre se dio con todo en el primer tiempo, y en el segundo tiempo terminaron cansados. Por eso, todos creyeron que se podría repetir la historia.
Lamentablemente, los rojos ya no eran los mismos del 2003. El tiempo complementario fue momento en el que se notaron todas sus deficiencias, las cuales los rojinegros aprovecharon para clavar tres puñales en forma de gol, en el corazón de los incaicos.
Se acabó el partido y se acabó también el teatro de los brasileros, quienes además de lograr su clasificación anticipada a los Octavos de Final de la Copa Libertadores (así se llama, olvídense de Santander), fingieron ser las ovejas más medrosas, y al final se convirtieron en los lobos más rapaces que punzaron sus dientes afilados en las carnes de un Rojo ahora herido de muerte, que intentará no perecer, sino salir victorioso en el Centenario de aquí a unos cuantos días.
Flamengo conocía que Cienciano era el cuadro a vencer. Porque con Bolognesi (el otro integrante del grupo, también peruano) no tendría muchos problemas, mientras que con Nacional de Uruguay ya se conocía cuál sería el menú: los charrúas los vencerían en el Centenario, y luego el ‘Fla’ se vengaría en el Maracaná. Y así sucedió. Entonces, había que robar algo en la capital del Tahuantinsuyo.
Tras esta interesante lectura del panorama deportivo, su presidente, Marcio Braga, emprendió una campaña en contra de la altura, y se inclinó por vetar los estadios a más de 2 mil 500 metros. Puso los argumentos clásicos: que la altura ocasiona daños en la salud, que los jugadores regresan mareados, que por aquí, que por allá. Desde febrero pasado le puso condimento al duelo con los rojos del Cuzco. Incluso amenazaron con no presentarse al partido. Pero obviamente no lo iban a hacer.
Los del Cuzco respondieron a estos dimes y diretes, comenzando desde su inefable ¿presidente o dueño? Juvenal Silva, y el mismo director técnico Franco Navarro, respondieron a lo manifestado por Braga, e incluso amenazaron con demandarlo. Este ambiente generó un exceso de confianza entre los jugadores desde antes del partido, pues se convencieron de que los brasileros tenían miedo de jugar en las alturas del Ombligo del Mundo. Y que en la primera de cambio los pasarían por encima.
Ese era, en efecto, el objetivo de Flamengo. Hacer crecer el exceso de confianza de los cuzqueños quienes, tanto en el campeonato local como en la Libertadores, no habían cedido un solo punto en el Garcilaso de la Vega. Y justo el clíamx de la autosuficiencia llegaría en este trascendental partido, ante un rival que había entrado a la cancha “temeroso” de entrada.
Sin embargo, Flamengo no fue nada temeroso. Mientras que Cienciano salió al verde con la certeza de que golearía a los brasileritos asustados por la altura (¡Qué ironía! En fútbol, ¡Brasil es Brasil, hombre!), el “Mengao” fue con todo al terreno de juego. Y tuvo un buen primer tiempo, con varias llegadas al pórtico de “Chiquito” Flores. Los cariocas no tuvieron miedo a la altura para nada, mucho menos al rival. Incluso dominó las acciones en el primer tiempo.
Esto hizo recordar a los hinchas el desempeño que tuviera el River Plate argentino en la final de la Copa Sudamericana, en aquella recordada final en que Cienciano lo derrotó y logró una hazaña histórica, la de ganar este trofeo. El equipo de la banda sangre se dio con todo en el primer tiempo, y en el segundo tiempo terminaron cansados. Por eso, todos creyeron que se podría repetir la historia.
Lamentablemente, los rojos ya no eran los mismos del 2003. El tiempo complementario fue momento en el que se notaron todas sus deficiencias, las cuales los rojinegros aprovecharon para clavar tres puñales en forma de gol, en el corazón de los incaicos.
Se acabó el partido y se acabó también el teatro de los brasileros, quienes además de lograr su clasificación anticipada a los Octavos de Final de la Copa Libertadores (así se llama, olvídense de Santander), fingieron ser las ovejas más medrosas, y al final se convirtieron en los lobos más rapaces que punzaron sus dientes afilados en las carnes de un Rojo ahora herido de muerte, que intentará no perecer, sino salir victorioso en el Centenario de aquí a unos cuantos días.
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