El equipo más simpático del fútbol peruano fue aplastado por River Plate de Argentina, en el último partido de la segunda fase de la Copa Libertadores. Digo el más simpático, porque pese a no tener hinchas, muchos aficionados al fútbol gustaban del buen toque de la Universidad San Martín, ese mismo equipo que hace más de dos meses, derrotara claramente al cuadro millonario de Buenos Aires.
Ni el más pesimista lo hubiera pensado. Es que aquí tenemos la mala costumbre de aferrarnos a lo imposible, la masoquista conducta de tomarnos a pecho la frase “matemáticamente tenemos posibilidades”.
La realidad era que San Martín se enfrentaría a River en el estadio Monumental de Núñez. Si bien es cierto estaba en desventaja a solo tres puntos, era una desventaja también, al fin y al cabo. Quienes pensaron que el conjunto blanco (que utilizó el negro esa noche, acaso para adelantar el luto) podía dar la sorpresa, se equivocaron de cabo a rabo
Porque el cinco a cero que propinó el cuadro de la banda sangre (con un uniforme muy parecido al de la selección peruana, ojalá así fuera nuestro juego) a la San Martín fue un resultado justo por donde se le mire. Con jugadores mucho más experimentados, y con bastante oficio de sobra, River se paseó con su rival, que pasó en esporádicas ocasiones la mitad de la cancha, y casi nunca pudo armar una buena jugada de peligro.
Cómo habrá sido de aplastante la superioridad de River, que una de las figuras del partido, a pesar de los cinco goles que encajó, fue el golero santo Leao Butrón. Tranquilamente el marcador pudo terminar doce a cero o catorce a cero, de no haber sido por sus atajadas. Y digo “a cero”, porque San Martín sólo vino a resistir.
Pese a lo contundente del resultado, la diferencia entre River Plate y la Universidad San Martín no pasa por la cantidad de goles marcados. Está en la actitud mostrada por ambos cuadros cuando fueron locales. En Lima, San Martín fue muy perdonavidas con River, y sus delanteros fallaron clamorosas ocasiones de gol. Incluso cuando tenían la posibilidad de generar ataques, preferían utilizar el “camotito”, la “huachita”, entre otros lujos que nos gustan a todos.
En cambio, River salió decidido al campo de juego, a marcar todos los goles que fuera posible. Y a demostrar, no sólo con el buen toque que también tienen, que son superiores. Esa superioridad fue demostrada con goles. Ahí radica la diferencia.
Obviamente, también está la larga experiencia copera de los millonarios. Para San Martín fue el debut, el cual pareció muy auspicioso. Incluso fue comentado por la prensa deportiva internacional. Pero lamentablemente, eso se fue diluyendo, principalmente por la inexperiencia en la Copa Libertadores. Pero haber derrotado a América de México y al mismo River Plate en su debut copero, es algo elogiable.
PD: No digo que Mario Leguizamón sea un Maradona, pero era lo mejorcito que tenía la San Martín. Hizo falta en el último partido. El castigo que le impusieron fue exagerado, aunque sí muy condenable lo que le dijo a Silvia Reyes. Si hablamos de equidad de género, que también se rescinda el contrato a todos los futbolistas que les dicen “zamba canuta” a los árbitros varones.
Ni el más pesimista lo hubiera pensado. Es que aquí tenemos la mala costumbre de aferrarnos a lo imposible, la masoquista conducta de tomarnos a pecho la frase “matemáticamente tenemos posibilidades”.
La realidad era que San Martín se enfrentaría a River en el estadio Monumental de Núñez. Si bien es cierto estaba en desventaja a solo tres puntos, era una desventaja también, al fin y al cabo. Quienes pensaron que el conjunto blanco (que utilizó el negro esa noche, acaso para adelantar el luto) podía dar la sorpresa, se equivocaron de cabo a rabo
Porque el cinco a cero que propinó el cuadro de la banda sangre (con un uniforme muy parecido al de la selección peruana, ojalá así fuera nuestro juego) a la San Martín fue un resultado justo por donde se le mire. Con jugadores mucho más experimentados, y con bastante oficio de sobra, River se paseó con su rival, que pasó en esporádicas ocasiones la mitad de la cancha, y casi nunca pudo armar una buena jugada de peligro.
Cómo habrá sido de aplastante la superioridad de River, que una de las figuras del partido, a pesar de los cinco goles que encajó, fue el golero santo Leao Butrón. Tranquilamente el marcador pudo terminar doce a cero o catorce a cero, de no haber sido por sus atajadas. Y digo “a cero”, porque San Martín sólo vino a resistir.
Pese a lo contundente del resultado, la diferencia entre River Plate y la Universidad San Martín no pasa por la cantidad de goles marcados. Está en la actitud mostrada por ambos cuadros cuando fueron locales. En Lima, San Martín fue muy perdonavidas con River, y sus delanteros fallaron clamorosas ocasiones de gol. Incluso cuando tenían la posibilidad de generar ataques, preferían utilizar el “camotito”, la “huachita”, entre otros lujos que nos gustan a todos.
En cambio, River salió decidido al campo de juego, a marcar todos los goles que fuera posible. Y a demostrar, no sólo con el buen toque que también tienen, que son superiores. Esa superioridad fue demostrada con goles. Ahí radica la diferencia.
Obviamente, también está la larga experiencia copera de los millonarios. Para San Martín fue el debut, el cual pareció muy auspicioso. Incluso fue comentado por la prensa deportiva internacional. Pero lamentablemente, eso se fue diluyendo, principalmente por la inexperiencia en la Copa Libertadores. Pero haber derrotado a América de México y al mismo River Plate en su debut copero, es algo elogiable.
PD: No digo que Mario Leguizamón sea un Maradona, pero era lo mejorcito que tenía la San Martín. Hizo falta en el último partido. El castigo que le impusieron fue exagerado, aunque sí muy condenable lo que le dijo a Silvia Reyes. Si hablamos de equidad de género, que también se rescinda el contrato a todos los futbolistas que les dicen “zamba canuta” a los árbitros varones.
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