Las inminentes y preocupantes coincidencias del partido de gobierno, el APRA, con la bancada fujimoristas, hacen parecer que definitivamente, existe una alianza entre estos. La última defensa de ambos grupos parlamentarios, con la venia de Unidad Nacional, al vicepresidente y congresista Luis Giampietri, para que no acuda a una citación judicial como testigo por el caso de La Cantuta, así lo demuestra.
En ese escenario, aparece el Presidente del Consejo de Ministros, Jorge Del Castillo, “ninguneado” recientemente por el mandatario Alan García con el nombramiento de Luis Alva Castro como ministro del Interior, para “bajarle la llanta”. Del Castillo, esperando su oportunidad, olfateó que la población comienza a percibir que el gobierno está casado con el fujimorismo, para hacer algunas precisiones que buscan diferenciarlo de las actitudes “fujimoristas” del régimen de García.
Hace meses ya lo había demostrado con el nombramiento de la ex integrante de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), Sofía Macher, como presidenta del grupo de trabajo que verá el tema del Plan Integral de Reparaciones (PIR) a los afectados por la violencia terrorista de los ’80 y ’90. Los fujimoristas, unidos a Mauricio Mulder y Giampietri, consideraron que se nombraba a una “caviar” y criticaron la medida. Sin embargo, Del Castillo defendió su decisión, puesto que el PIR está en su competencia como titular de la PCM, y salió airoso de la polémica.
Luego de los acontecimientos de febrero, en los cuales se dice que Del Castillo habría presentado su renuncia, tomó un perfil bajo. Espero pacientemente la ocasión de desmarcarse de las coincidencias del aprismo con el fujimorismo, al que combatió tenazmente durante una década.
Cuando se publicó que en el juicio por extradición que se le sigue en Chile a Fujimori, éste había dicho que no sabía nada de los crímenes de lesa humanidad, y que la responsabilidad era solamente de las Fuerzas Armadas, Del Castillo asestó el primer golpe. “Fujimori es un desleal”, manifestó el premier, y le recomendó al ex presidente que asuma sus responsabilidades en las violaciones a los derechos humanos, y que no le eche la culpa a otros de lo que fue una política de Estado. Agregó que Fujimori “no tocó ni con el pétalo de una rosa” al siniestro Vladimiro Montesinos.
Luego del decreto presidencial de reducción de sueldos a los alcaldes provinciales y distritales, Alan García anunció que también se podría hacer esto con los presidentes regionales. Inmediatamente Del Castillo mostró su discrepancia, y negó que el gobierno tome otra medida de esa naturaleza.
Por último, Del Castillo se adelantó a García acerca del tema del 5 de abril, día en que se recuerda la disolución del Congreso de parte de Alberto Fujimori, al considerarlo como uno de los hechos más dramáticos que sufrió el país, y que esto no debe ocurrir “nunca más”. Además, recordó que vivió en carne propia el autogolpe de Fujimori, y que incluso intentaron matar a García, nuevamente presidente del Perú. Recién al día siguiente, García hizo declaraciones sobre el “autogolpe”.
Con estos hechos y frases, Del Castillo marca su propio perfil. Intenta distanciarse de la cercanía de sus compañeros del Congreso con el fujimorismo, y del mismo Alan García, quien pese a todo lo que le tocó pasar durante el régimen de Fujimori, demuestra ambigüedad ante este personaje. Con esto, recupera un poco del protagonismo político que Alan aún le quiere quitar.
En ese escenario, aparece el Presidente del Consejo de Ministros, Jorge Del Castillo, “ninguneado” recientemente por el mandatario Alan García con el nombramiento de Luis Alva Castro como ministro del Interior, para “bajarle la llanta”. Del Castillo, esperando su oportunidad, olfateó que la población comienza a percibir que el gobierno está casado con el fujimorismo, para hacer algunas precisiones que buscan diferenciarlo de las actitudes “fujimoristas” del régimen de García.
Hace meses ya lo había demostrado con el nombramiento de la ex integrante de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), Sofía Macher, como presidenta del grupo de trabajo que verá el tema del Plan Integral de Reparaciones (PIR) a los afectados por la violencia terrorista de los ’80 y ’90. Los fujimoristas, unidos a Mauricio Mulder y Giampietri, consideraron que se nombraba a una “caviar” y criticaron la medida. Sin embargo, Del Castillo defendió su decisión, puesto que el PIR está en su competencia como titular de la PCM, y salió airoso de la polémica.
Luego de los acontecimientos de febrero, en los cuales se dice que Del Castillo habría presentado su renuncia, tomó un perfil bajo. Espero pacientemente la ocasión de desmarcarse de las coincidencias del aprismo con el fujimorismo, al que combatió tenazmente durante una década.
Cuando se publicó que en el juicio por extradición que se le sigue en Chile a Fujimori, éste había dicho que no sabía nada de los crímenes de lesa humanidad, y que la responsabilidad era solamente de las Fuerzas Armadas, Del Castillo asestó el primer golpe. “Fujimori es un desleal”, manifestó el premier, y le recomendó al ex presidente que asuma sus responsabilidades en las violaciones a los derechos humanos, y que no le eche la culpa a otros de lo que fue una política de Estado. Agregó que Fujimori “no tocó ni con el pétalo de una rosa” al siniestro Vladimiro Montesinos.
Luego del decreto presidencial de reducción de sueldos a los alcaldes provinciales y distritales, Alan García anunció que también se podría hacer esto con los presidentes regionales. Inmediatamente Del Castillo mostró su discrepancia, y negó que el gobierno tome otra medida de esa naturaleza.
Por último, Del Castillo se adelantó a García acerca del tema del 5 de abril, día en que se recuerda la disolución del Congreso de parte de Alberto Fujimori, al considerarlo como uno de los hechos más dramáticos que sufrió el país, y que esto no debe ocurrir “nunca más”. Además, recordó que vivió en carne propia el autogolpe de Fujimori, y que incluso intentaron matar a García, nuevamente presidente del Perú. Recién al día siguiente, García hizo declaraciones sobre el “autogolpe”.
Con estos hechos y frases, Del Castillo marca su propio perfil. Intenta distanciarse de la cercanía de sus compañeros del Congreso con el fujimorismo, y del mismo Alan García, quien pese a todo lo que le tocó pasar durante el régimen de Fujimori, demuestra ambigüedad ante este personaje. Con esto, recupera un poco del protagonismo político que Alan aún le quiere quitar.
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