Todos comentan ahora las designaciones recientes del presidente Alan García en algunos puestos claves del Gobierno, como la de Luis Alva Castro al frente del Ministerio del Interior; y la del polémico Carlos Arana, vinculado al nefasto Agustín Mantilla, como jefe del programa Agua Para Todos, del Ministerio de Vivienda. Todos critican que hay copamiento, que el APRA no tiene cuadros, etc.
El asunto es preguntarse por qué, a pesar de la fiscalización constante de la prensa para vigilar que no hayan más copamientos en el Estado de parte del partido que llega al poder, y que lleguen los mejores y más capacitados cuadros, esta forma de hacer política continua.
Mientras todos siguen hablando de las decisiones del Presidente, hoy apareció en varios diarios de circulación nacional la noticia acerca de los informes económicos falsos de las principales agrupaciones políticas que fueron protagonistas en las elecciones generales de abril del año pasado, como es el caso del APRA, Unidad Nacional y Unión por el Perú.
En los informes rendidos por estos movimientos, presentan a donantes con su DNI incluido y la cantidad donada. Si bien estos donantes existen, aseguran que nunca dieron un solo sol a estos partidos. En algunos casos, los supuestos donantes ¡están muertos!.
Esto indica que, pese a los mecanismos de transparencia establecidos, los partidos siguen haciendo de las suyas. Sin indicar con precisión quiénes fueron los verdaderos aportantes, o de dónde vinieron esos fondos. Por eso, cuando llegan al poder, no responden a sus promesas de campaña, sino al apoyo de ciertos personajes. Por eso ocurre lo que ocurre, no sólo con la segunda versión de Alan García como presidente, sino con todos los políticos peruanos.
Por eso, mejor es que los partidos reciban dinero de parte del Estado. A algunos les puede parecer que esta propuesta va en contra de la austeridad implantada por el actual régimen aprista. Pero se ahorra dinero y se invierte mejor. Aquí la explicación.
Con el dinero del Estado, los partidos tendrán que dar cuentas sólo a un donante. Y ese dinero debe estar destinado a la capacitación de cuadros políticos, no sólo para normas parlamentarias, sino que se preparen en diversas áreas de gobierno, y que de los partidos salga gente capacitada cuando lleguen al poder.
Así no responderán a intereses ajenos, como los de la mayoría de donantes. Por eso después hay nombramientos por acá, nombramientos por acá, y sigue el círculo vicioso. Y de paso, aunque no se crea, se ahorrará. Menos plata destinada a los partidos se gasta que en la famosa “franja electoral”, espacio que muchas agrupaciones políticas utilizaron mal en las campañas electorales del año pasado, si recordamos algunos spots que lindaban con el ridículo, la burla y la vergüenza ajena. Por eso, mejor que el Estado se encargue. Aquí sí hay que ser estatista.
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