El último domingo 25, en una entrevista publicada en el diario Perú 21, el antropólogo Carlos Iván Degregori señala que el Partido Aprista Peruano, el movimiento político más antiguo e importante del Perú “ha perdido capacidad intelectual”. También manifiesta que “desde la década del ’60 viene retrocediendo en sectores intelectuales y tecnocráticos”.
Son verdades que pueden doler o incomodar, pero es la realidad. El APRA ya no produce ideólogos, gente que esté revisando constantemente su doctrina política. Desde la partida de Luis Alberto Sánchez en 1994, quien fuera un destacado intelectual y político, respetado por todos los sectores; y aún con la presencia en la Célula Parlamentaria Aprista de Javier Valle Riestra, ya no ha vuelto a aparecer otro igual. O al menos parecido.
El APRA no fue un partido político que apareció de la noche a la mañana, como los actuales movimientos que nacen poco antes de las elecciones, para morir atragantados en sus propias limitaciones (y contradicciones) ideológicas, luego del desarrollo de los comicios. Sólo sobreviven en caso de ganar; aún así, luego de su apogeo, su muerte es segura. En el caso del APRA, no. Aún luego del desastroso primer gobierno del ahora presidente (otra vez) Alan García, tuvo una importante cuota de parlamentarios en el Congreso que duró de 1990 al 1992, y con posibilidades de mantenerse en el firmamento político. Aún luego de sus exiguas votaciones en los ’90, en el 2000 ha vuelto a reaparecer en escena. Y no sólo por mérito de García.
El APRA aparece no sólo por Víctor Raúl Haya de la Torre, su fundador y líder máximo durante casi cinco décadas. Antes de esto, en Trujillo se había formado el denominado Grupo Norte, que liderara el intelectual norteño Antenor Orrego. Era una verdadera escuela de debate político, filosófico e intelectual. Además de Víctor Raúl, aparecieron otros personajes como César Vallejo, gran poeta peruano. De este Grupo Norte, surgieron personajes de todas las tendencias, pero la mayoría serían los que fundarían el Partido Aprista entre las décadas del ’20 y el ’30, promoviendo antes una alianza efectiva entre los estudiantes y los obreros, y anticipándose a lo que fueron los Frentes Populares de mediados de los ’30, ante el avance del nazi-fascismo.
Además de Haya, Sánchez y Orrego, el APRA tuvo intelectuales como Alcides Spelucín, y destacados líderes políticos como Manuel Seoane, Manuel Barreto, Ramiro Prialé (conocido por la frase “conversar no es pactar”), Andrés Townsend, Fernando León de Vivero. Sin dejar de mencionar a Armando Villanueva y a Valle Riestra, quien vive en soledad intelectual en el Congreso.
Más allá de ellos, no salieron más. Ningún dirigente actual tiene la solvencia , ni la lucidez de sus antecesores. ¿O alguien puede decir que Mauricio Mulder es una eminencia intelectual? No puede ser intelectual, ni ideólogo, alguien que lanza insultos contra la Defensora del Pueblo, Beatriz Merino (“Ahora resulta que sale del closet a imponer todo el peso de autoridad”), haciendo alusión a su peso y a una probable orientación sexual, en vez de defender con argumentos su posición. O que lance comentarios ligeros sobre el cine peruano, al decir que no ha producido películas sobre la Guerra con Chile, sin ser crítico de cine. También lo demostró con la pésima performance del APRA en las últimas elecciones regionales y municipales.
Si el APRA quiere sobrevivir más allá de García, pues tendrá que renovar sus cuadros; volver a leer sus textos originarios, reinterpretándolos de acuerdo a la realidad actual; y promover la democracia interna en sus adentros. De lo contrario, también se convertirá en una agrupación muerta en vida, como es el caso de Acción Popular y el Partido Popular Cristiano. O hasta desaparecer, como pasó con Izquierda Unida.
Porque al paso que va el segundo gobierno aprista, la cosa no será fácil para el denominado en algunas épocas “Partido del Pueblo”. No creemos que al final del gobierno de García, pueda tener un colchón sólido, como en 1990.
Son verdades que pueden doler o incomodar, pero es la realidad. El APRA ya no produce ideólogos, gente que esté revisando constantemente su doctrina política. Desde la partida de Luis Alberto Sánchez en 1994, quien fuera un destacado intelectual y político, respetado por todos los sectores; y aún con la presencia en la Célula Parlamentaria Aprista de Javier Valle Riestra, ya no ha vuelto a aparecer otro igual. O al menos parecido.
El APRA no fue un partido político que apareció de la noche a la mañana, como los actuales movimientos que nacen poco antes de las elecciones, para morir atragantados en sus propias limitaciones (y contradicciones) ideológicas, luego del desarrollo de los comicios. Sólo sobreviven en caso de ganar; aún así, luego de su apogeo, su muerte es segura. En el caso del APRA, no. Aún luego del desastroso primer gobierno del ahora presidente (otra vez) Alan García, tuvo una importante cuota de parlamentarios en el Congreso que duró de 1990 al 1992, y con posibilidades de mantenerse en el firmamento político. Aún luego de sus exiguas votaciones en los ’90, en el 2000 ha vuelto a reaparecer en escena. Y no sólo por mérito de García.
El APRA aparece no sólo por Víctor Raúl Haya de la Torre, su fundador y líder máximo durante casi cinco décadas. Antes de esto, en Trujillo se había formado el denominado Grupo Norte, que liderara el intelectual norteño Antenor Orrego. Era una verdadera escuela de debate político, filosófico e intelectual. Además de Víctor Raúl, aparecieron otros personajes como César Vallejo, gran poeta peruano. De este Grupo Norte, surgieron personajes de todas las tendencias, pero la mayoría serían los que fundarían el Partido Aprista entre las décadas del ’20 y el ’30, promoviendo antes una alianza efectiva entre los estudiantes y los obreros, y anticipándose a lo que fueron los Frentes Populares de mediados de los ’30, ante el avance del nazi-fascismo.
Además de Haya, Sánchez y Orrego, el APRA tuvo intelectuales como Alcides Spelucín, y destacados líderes políticos como Manuel Seoane, Manuel Barreto, Ramiro Prialé (conocido por la frase “conversar no es pactar”), Andrés Townsend, Fernando León de Vivero. Sin dejar de mencionar a Armando Villanueva y a Valle Riestra, quien vive en soledad intelectual en el Congreso.
Más allá de ellos, no salieron más. Ningún dirigente actual tiene la solvencia , ni la lucidez de sus antecesores. ¿O alguien puede decir que Mauricio Mulder es una eminencia intelectual? No puede ser intelectual, ni ideólogo, alguien que lanza insultos contra la Defensora del Pueblo, Beatriz Merino (“Ahora resulta que sale del closet a imponer todo el peso de autoridad”), haciendo alusión a su peso y a una probable orientación sexual, en vez de defender con argumentos su posición. O que lance comentarios ligeros sobre el cine peruano, al decir que no ha producido películas sobre la Guerra con Chile, sin ser crítico de cine. También lo demostró con la pésima performance del APRA en las últimas elecciones regionales y municipales.
Si el APRA quiere sobrevivir más allá de García, pues tendrá que renovar sus cuadros; volver a leer sus textos originarios, reinterpretándolos de acuerdo a la realidad actual; y promover la democracia interna en sus adentros. De lo contrario, también se convertirá en una agrupación muerta en vida, como es el caso de Acción Popular y el Partido Popular Cristiano. O hasta desaparecer, como pasó con Izquierda Unida.
Porque al paso que va el segundo gobierno aprista, la cosa no será fácil para el denominado en algunas épocas “Partido del Pueblo”. No creemos que al final del gobierno de García, pueda tener un colchón sólido, como en 1990.
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