
Antes que nada, debemos recordar que, queramos o no, vivimos bajo las leyes del libre mercado. Bueno o malo, beneficioso o excluyente, ese es el marco en el que se mueve el mundo, desde la caída del Muro de Berlín y el derrumbamiento del régimen soviético en Rusia. Hasta China, gobernada por el Partido Comunista, es gobernada bajo esas leyes.
La venta de Wong se ha dado bajo este marco. Sus dueños han convenido en que esto era mejor para sus intereses. Por esta transacción a la transnacional de Supermercados Cencosud, con presencia en Chile y Argentina, la familia Wong recibió una suma nada despreciable de 500 millones de dólares. Además, continuarán como parte de la gerencia de Wong, y tienen el 3 por ciento de las acciones de Cencosud en todo Sudamérica (equivalente a 200 millones de dólares), sin descartar que puedan aumentar si los Wong se lo proponen.
Sin duda alguna que hay factores que han influido en este tema. El fallecimiento del patriarca Erasmo Wong, las disputas entre sus hijos, la poca capacidad para ampliarse (pese a poseer casi el 65 % de los supermercados del país), entre otros temas, ocasionaron que antes que proyectarse al exterior, optaran por ser absorbidos por el capital extranjero.
Esto ha sido aplaudido por economistas, analistas políticos, empresarios, y hasta por gente del gobierno, casi todos vinculados a la derecha (aunque no lo digan). Sostienen que lo único que salvará al Perú es la inversión privada. Y la que viene de fuera. Solo de esta forma, se crearán puestos de trabajo más dignos, según su concepción.
Lo que no se dan cuenta es que, cada vez más, el capital peruano privado está herido de muerte. En algún momento de la historia, casi todo el mercado peruano estará controlado por el capital extranjero. Y nuestros empresarios se convierten en sepultureros de su propia tumba, con su mentalidad de ser solo simples importadores y rentistas. Ni siquiera son capitalistas, pues el capitalismo tiene como objetivo su expansión y crecimiento; en el caso peruano, la expansión de su capital, el cual, por el contrario, se está debilitando cada vez más.
Lamentablemente los Wong, quienes comenzaron con una tiendecita de abarrotes en una esquina de San Isidro, y se transformaran en la cadena más grande de supermercados que ha tenido el país, también han caído bajo esa variable de vender antes que expandirse.
Es cierto que tienen derecho a negociar sus propiedades como mejor le parezca. No es que sea malo hacer esto. Pero todo exceso hace daño: Backus e Inca Kola son la mejor muestra. Al paso que vamos, hasta la papa de nuestro suelo tendrá patente extranjera en unos pocos años. El TLC con los Estados Unidos puede acelerar esa tendencia de desaparición del capital peruano privado, debido a nuestra evidente desventaja ante el país del norte de América.
Ese es el principal problema: la muerte de la inversión privada peruana. El problema no es que los propietarios ahora sean chilenos. El anti-chilenismo no tiene cabida en este tema (y tampoco en otros: ese acomplejamiento debe ser abandonado).
Por ello, es necesario incentivar la inversión privada nacional. Y esto no es solo responsabilidad del Estado. La CONFIEP tiene que hacer algo al respecto, y no solo quejarse ante el gobierno cuando las condiciones no les son favorables o los trabajadores exigen mejoras en sus condiciones laborales.
PD: Feliz Navidad para todos y todas.