Todos salen a hablar de Ollanta Humala ahora que lidera las encuestas. Le echan la culpa de la caída de la bolsa de valores (cosa que, por cierto, no sólo se produjo en el Perú, sino en el mundo), así como del alza del dólar. Un día le echarán la culpa de que la selección no clasifique para el mundial de Brasil 2014.
Es cierto que Humala genera dudas. En lo personal, no es un cuco. Lo que sí es cierto es que hay desconfianza. Es como el equipo que clasifica por primera vez a la Copa del Mundo, y uno no sabe qué hará. Hay algunas cosas en su discurso que no quedan claras. Pero de allí a seguir el coro de los derecha, existe una tremenda distancia.
Es que parece que la derecha nos quiere hacer olvidar de la otra cara de la moneda. Esa que, extrañamente, la derecha no toca. Y que apoyaría sin chistar si es que pasa a la segunda vuelta, como todos temen, con Humala.
Se trata de Keiko Fujimori, la heredera de ese personaje que ahora está privado de su libertad por asesino y por ladrón.
Se dice de todo de Humala, pero no se advierte el peligro que representan para la democracia los Fujimori. Mucha gente olvida lo que se vivió en los '90 con esta dictadura que compartió el sátrapa con su compinche Vladimiro Montesinos. No hace falta recordar el autoritarismo con que se gobernó; el cierre del Congreso en 1992; los crímenes contra los derechos humanos en Barrios Altos, La Cantuta, las desapariciones y las torturas; la compra de la línea editorial de los medios de comunicación; la confección de una Constitución a la medida de los grupos del poder económico en desmedro de los derechos laborales y las comunidades, y que de paso, le permitía la reelección al dictador; el soborno a congresistas de la oposición para que se pasen al oficialismo y se conviertan en tránsfugas; un asesor presidencial estrechamente vinculado con el narcotráfico. ¿Quieren más?
El mito de la victoria contra el terrorismo se cae de maduro, pues la captura de Abimael Guzmán se dio por la estrategia desplegada silenciosamente por el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), comandado por Benedicto Jiménez como consta en el libro La Cuarta Espada de Santiago Roncagliolo, y también podemos ver una reseña en el blog de Marco Sifuentes.
Todo ese aparato de corrupción y autoritarismo fue desmontado gracias a la valiente decisión política de Valentín Paniagua, a quien no le tembló la mano para establecer un sistema anticorrupción para sancionar a todos los responsables de los crímenes perpetrados en esa década infame. Toledo continuó a medias ese camino (y quizás por eso lo odian), y García más bien trató de desmontar todo ese sistema, que igual fue lo suficientemente fuerte para extraditar al dictador Fujimori y condenarlo a prisión.
Ahora ese mismo oscurantismo quiere volver a gobernarnos. Y vuelve con sed de venganza, comenzando por la liberación del dictador, que aunque negada por Keiko, es proclamada por sus candidatos al Congreso.
Lo que la derecha no entiende, es que podría hacer una propuesta de gobierno legítima, con sus puntos de vista de la economía, bajo los linderos de la democracia. Prefiere ganar elecciones bajo el legado del dinero (Lourdes 2001 y 2006; PPK 2011), o en todo caso, con el paraguas del autoritarismo (Keiko 2011). Pero nunca con ideas; siempre con ataques. Y con gente que canta en coros.
Esos mismos que se escudan bajo la sombra del gracioso PPKuy, son los mismos que no escatimarán apoyo a la hija del dictador si llega a una segunda vuelta con Humala. Incluso si el rival no fuera Humala, sino el mismo Alejandro Toledo.
Es cierto que Humala genera dudas. En lo personal, no es un cuco. Lo que sí es cierto es que hay desconfianza. Es como el equipo que clasifica por primera vez a la Copa del Mundo, y uno no sabe qué hará. Hay algunas cosas en su discurso que no quedan claras. Pero de allí a seguir el coro de los derecha, existe una tremenda distancia.
Es que parece que la derecha nos quiere hacer olvidar de la otra cara de la moneda. Esa que, extrañamente, la derecha no toca. Y que apoyaría sin chistar si es que pasa a la segunda vuelta, como todos temen, con Humala.
Se trata de Keiko Fujimori, la heredera de ese personaje que ahora está privado de su libertad por asesino y por ladrón.
Se dice de todo de Humala, pero no se advierte el peligro que representan para la democracia los Fujimori. Mucha gente olvida lo que se vivió en los '90 con esta dictadura que compartió el sátrapa con su compinche Vladimiro Montesinos. No hace falta recordar el autoritarismo con que se gobernó; el cierre del Congreso en 1992; los crímenes contra los derechos humanos en Barrios Altos, La Cantuta, las desapariciones y las torturas; la compra de la línea editorial de los medios de comunicación; la confección de una Constitución a la medida de los grupos del poder económico en desmedro de los derechos laborales y las comunidades, y que de paso, le permitía la reelección al dictador; el soborno a congresistas de la oposición para que se pasen al oficialismo y se conviertan en tránsfugas; un asesor presidencial estrechamente vinculado con el narcotráfico. ¿Quieren más?
El mito de la victoria contra el terrorismo se cae de maduro, pues la captura de Abimael Guzmán se dio por la estrategia desplegada silenciosamente por el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), comandado por Benedicto Jiménez como consta en el libro La Cuarta Espada de Santiago Roncagliolo, y también podemos ver una reseña en el blog de Marco Sifuentes.
Todo ese aparato de corrupción y autoritarismo fue desmontado gracias a la valiente decisión política de Valentín Paniagua, a quien no le tembló la mano para establecer un sistema anticorrupción para sancionar a todos los responsables de los crímenes perpetrados en esa década infame. Toledo continuó a medias ese camino (y quizás por eso lo odian), y García más bien trató de desmontar todo ese sistema, que igual fue lo suficientemente fuerte para extraditar al dictador Fujimori y condenarlo a prisión.
Ahora ese mismo oscurantismo quiere volver a gobernarnos. Y vuelve con sed de venganza, comenzando por la liberación del dictador, que aunque negada por Keiko, es proclamada por sus candidatos al Congreso.
Lo que la derecha no entiende, es que podría hacer una propuesta de gobierno legítima, con sus puntos de vista de la economía, bajo los linderos de la democracia. Prefiere ganar elecciones bajo el legado del dinero (Lourdes 2001 y 2006; PPK 2011), o en todo caso, con el paraguas del autoritarismo (Keiko 2011). Pero nunca con ideas; siempre con ataques. Y con gente que canta en coros.
Esos mismos que se escudan bajo la sombra del gracioso PPKuy, son los mismos que no escatimarán apoyo a la hija del dictador si llega a una segunda vuelta con Humala. Incluso si el rival no fuera Humala, sino el mismo Alejandro Toledo.
2 comentarios:
Excelente articulo Victor, le has facilitado muchos recursos a mi memoria.
graciasss, más luces para un tiempor de dudas
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