En el artículo anterior mencionábamos que el asunto de los pagos que recibía Nadine Heredia, esposa del líder nacionalista Ollanta Humala, era un tema completamente privado y que, quien tendría la autoridad para pedir cuentas sería el empleador de ésta.
Incluso pensamos que el hecho de que el entorno de un candidato presidencial deba mostrarse como “impecable”, nos parece una moralina hipócrita de quienes lo piden.
Empero, sí existe un gran problema con respecto a que es evidente el vínculo del Partido Nacionalista con el presidente venezolano Hugo Chávez, quien no contento con la autocracia que ha implantado en su país, y en algunos otros (con sus matices), parece estar obsesionado con el Perú.
Chávez no promueve la unidad latinoamericana. Más bien lo que hace es imponer un proyecto político a como dé lugar. Quien no está con él, es su enemigo.
Y lo hace por medio de los “petrodólares” con los que financia campañas. No sólo en época electoral: parece estar tomando sus previsiones para el 2011. Es claro que, con el caso Nadine, las relaciones entre Ollanta Humala y el autócrata del Caribe siguen vivas.
Esto nos da a entender que si Humala llegara al poder, se podrían instalar los mismos procesos que se dan en países como Ecuador y Venezuela: un personaje que llega al poder, instala una asamblea constituyente, la cual crea una nueva Carta Magna para “refundar la nación”, y con ese nuevo marco legal, postulan a una reelección, que es permitida indefinidamente. Chávez ya ha dado el ejemplo en ese sentido. Después, a controlar los otros poderes del Estado, los cuales perderían su independencia; destruyéndose las instituciones.
Aquí ya hemos vivido ese proceso: la década de Fujimori. La diferencia es que él entró con un marco legal, y lo interrumpió con el golpe del 5 de abril de 1992 para instalar sus propias reglas de juego. Y luego llegaron las reelecciones y toda la historia que conocemos, con la instalación de un modelo social injusto, hechos de corrupción y violaciones a los derechos humanos.
Si Humala realmente quiere entrar al juego democrático en el país, debería deslindar claramente con Chávez. Pues de lo contrario, daría a entender que pretende seguir el camino de Chávez, quien dice establecer la justicia social (la cual no vemos) en su país, y para eso hipoteca la democracia. Es bueno recordar que tanto el Parlamento Europeo y la Organización de Estados Americanos (tímidamente ésta última) ya han manifestado su preocupación por la situación de los derechos civiles y políticos en Venezuela, ante la que el mandamás caribeño ha respondido con bravatas.
Quien aspira a liderar el país, no sólo debe demostrar decencia en sus actos, sino respeto pleno por las instituciones democráticas del país y el deslinde claro con aquellos que en América Latina no practican esto. Y demostrar que se puede instalar un gobierno de justicia social dentro del marco democrático, con relaciones por igual (sin alianzas ni arrodillamientos) con Estados Unidos y Venezuela. Como la República Oriental del Uruguay, por ejemplo.
Incluso pensamos que el hecho de que el entorno de un candidato presidencial deba mostrarse como “impecable”, nos parece una moralina hipócrita de quienes lo piden.
Empero, sí existe un gran problema con respecto a que es evidente el vínculo del Partido Nacionalista con el presidente venezolano Hugo Chávez, quien no contento con la autocracia que ha implantado en su país, y en algunos otros (con sus matices), parece estar obsesionado con el Perú.
Chávez no promueve la unidad latinoamericana. Más bien lo que hace es imponer un proyecto político a como dé lugar. Quien no está con él, es su enemigo.
Y lo hace por medio de los “petrodólares” con los que financia campañas. No sólo en época electoral: parece estar tomando sus previsiones para el 2011. Es claro que, con el caso Nadine, las relaciones entre Ollanta Humala y el autócrata del Caribe siguen vivas.
Esto nos da a entender que si Humala llegara al poder, se podrían instalar los mismos procesos que se dan en países como Ecuador y Venezuela: un personaje que llega al poder, instala una asamblea constituyente, la cual crea una nueva Carta Magna para “refundar la nación”, y con ese nuevo marco legal, postulan a una reelección, que es permitida indefinidamente. Chávez ya ha dado el ejemplo en ese sentido. Después, a controlar los otros poderes del Estado, los cuales perderían su independencia; destruyéndose las instituciones.
Aquí ya hemos vivido ese proceso: la década de Fujimori. La diferencia es que él entró con un marco legal, y lo interrumpió con el golpe del 5 de abril de 1992 para instalar sus propias reglas de juego. Y luego llegaron las reelecciones y toda la historia que conocemos, con la instalación de un modelo social injusto, hechos de corrupción y violaciones a los derechos humanos.
Si Humala realmente quiere entrar al juego democrático en el país, debería deslindar claramente con Chávez. Pues de lo contrario, daría a entender que pretende seguir el camino de Chávez, quien dice establecer la justicia social (la cual no vemos) en su país, y para eso hipoteca la democracia. Es bueno recordar que tanto el Parlamento Europeo y la Organización de Estados Americanos (tímidamente ésta última) ya han manifestado su preocupación por la situación de los derechos civiles y políticos en Venezuela, ante la que el mandamás caribeño ha respondido con bravatas.
Quien aspira a liderar el país, no sólo debe demostrar decencia en sus actos, sino respeto pleno por las instituciones democráticas del país y el deslinde claro con aquellos que en América Latina no practican esto. Y demostrar que se puede instalar un gobierno de justicia social dentro del marco democrático, con relaciones por igual (sin alianzas ni arrodillamientos) con Estados Unidos y Venezuela. Como la República Oriental del Uruguay, por ejemplo.
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