Dos policías son asesinados en Lambayeque en un intento de desalojo. Atentan contra la vida de la fiscal de la Nación, Gladis Echáiz. La inseguridad ronda por las calles limeñas. Asaltan a diestra y siniestra a quien viaje en bus al interior del país, con gran impunidad y sin ninguna seguridad. Etc., etc., etc.
Ante todo esto, la culpa es del ministro del Interior, Remigio Hernani. Al menos es lo que dicen los especialistas y la opinión pública. Pero también era de Alva Castro cuando ocurrían estas cosas. Y también de sus antecesores. Entonces, ¿en qué quedamos?
El asunto entonces, no es el ministro actual, ni los anteriores. El problema no es la persona que dirige (aunque también podría serlo), sino la institución. Y en específico de la Policía.
Estos lamentables sucesos, donde se exponen las vidas tanto de efectivos del orden, como de ciudadanos, son una muestra de cuán desorganizada y corrupta está nuestra Policía Nacional en estos momentos. Y no son las causas, sino las consecuencias. Son los derivados de una pésima organización y una corrupción galopante en su interior, permitida por su propia estructura.
Hay que remontarnos a algunos años atrás. O sea, al primer gobierno de García. Este decide crear la Policía Nacional del Perú (PNP), agrupando a sus institutos, que era la Policía de Investigaciones del Perú (la recordada PIP), la Guardia Republicana (GR), y la Guardia Civil (GC).
Si bien es cierto se agrupaban en una sola institución, cada una mantenía su independencia. La PIP se encargaba de la inteligencia, y de hacer seguimiento a los sospechosos. Pese a sus problemas, esto daba resultados. La GR tenía como función cuidar de la seguridad de las autoridades, y la GC de la seguridad en las calles. Pero los celos de estas dos últimas instituciones ante la PIP lograron que se unificara la Policía.
No contentas con la unificación, la GC y la GR siguieron presionando, para que se fusionara todo. Finalmente, nada más y nada menos que Alberto Fujimori, fue quien mezcló todo en una licuadora, de manera que se perdió la especialización dentro de la Policía.
Claro que las consecuencias de este sancochado no se notaron allí mismo. Se reflejaron y evidenciaron mucho después. Porque ahora un policía no está especializado: puede cuidar una calle, como vigilar a una autoridad, o hacer seguimiento a un presunto delincuente o narcotraficante. Pero no hace bien ninguna de estas cosas. Los resultados están a la vista.
Aunque a algunos liberales no les guste, debe volver la especialización en la Policía. Con sus institutos armados y sus respectivas funciones. Es necesario reconstituir nuestro sistema de inteligencia. Por ejemplo.
PD: Con esto no niego que los últimos ministros hayan sido incapaces para el cargo. Con sus excepciones, claro.
Ante todo esto, la culpa es del ministro del Interior, Remigio Hernani. Al menos es lo que dicen los especialistas y la opinión pública. Pero también era de Alva Castro cuando ocurrían estas cosas. Y también de sus antecesores. Entonces, ¿en qué quedamos?
El asunto entonces, no es el ministro actual, ni los anteriores. El problema no es la persona que dirige (aunque también podría serlo), sino la institución. Y en específico de la Policía.
Estos lamentables sucesos, donde se exponen las vidas tanto de efectivos del orden, como de ciudadanos, son una muestra de cuán desorganizada y corrupta está nuestra Policía Nacional en estos momentos. Y no son las causas, sino las consecuencias. Son los derivados de una pésima organización y una corrupción galopante en su interior, permitida por su propia estructura.
Hay que remontarnos a algunos años atrás. O sea, al primer gobierno de García. Este decide crear la Policía Nacional del Perú (PNP), agrupando a sus institutos, que era la Policía de Investigaciones del Perú (la recordada PIP), la Guardia Republicana (GR), y la Guardia Civil (GC).
Si bien es cierto se agrupaban en una sola institución, cada una mantenía su independencia. La PIP se encargaba de la inteligencia, y de hacer seguimiento a los sospechosos. Pese a sus problemas, esto daba resultados. La GR tenía como función cuidar de la seguridad de las autoridades, y la GC de la seguridad en las calles. Pero los celos de estas dos últimas instituciones ante la PIP lograron que se unificara la Policía.
No contentas con la unificación, la GC y la GR siguieron presionando, para que se fusionara todo. Finalmente, nada más y nada menos que Alberto Fujimori, fue quien mezcló todo en una licuadora, de manera que se perdió la especialización dentro de la Policía.
Claro que las consecuencias de este sancochado no se notaron allí mismo. Se reflejaron y evidenciaron mucho después. Porque ahora un policía no está especializado: puede cuidar una calle, como vigilar a una autoridad, o hacer seguimiento a un presunto delincuente o narcotraficante. Pero no hace bien ninguna de estas cosas. Los resultados están a la vista.
Aunque a algunos liberales no les guste, debe volver la especialización en la Policía. Con sus institutos armados y sus respectivas funciones. Es necesario reconstituir nuestro sistema de inteligencia. Por ejemplo.
PD: Con esto no niego que los últimos ministros hayan sido incapaces para el cargo. Con sus excepciones, claro.
1 comentario:
No sabía que la policía antes estaba separa de esa forma, aunque si tenía recuerdos de la PIP, concuerdo contigo en que la policía debería tener divisiones específicas... el centralismo es nuestro gran problema joven liza, en todas las áreas, regiones, instituciones, aspectos y situaciones del Perú.
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